Epílogo:
la
corriente de la historia
La
nueva fase de Malatesta vino siguiendo los pasos de un bienio durante
el cual había invertido sus energías en movimientos populares que
no tenían fines explícitos anarquistas. Su actitud positiva hacia
esos movimientos se acoplaba con una visión realista de los
movimientos mismos y de las tareas de los anarquistas en ellos.
"Es
absurdo", argumentaba, "esperar que en la condición
presente del proletariado la gran masa esté capacitada antes de
concebir y aceptar un programa formulado por un pequeño número a
quienes las circunstancias han dado medios excepcionales de
desarrollo".
Pero los anarquistas debían salir a la palestra de esos
movimientos, o verían la corriente de la historia fluir a sus pies.
No
hay movimiento anarquista puro que esperar, pues un programa avanzado
"solo
puede llegar a ser conscientemente aceptado por el gran número por
la acción de condiciones morales y materiales que el movimiento
mismo debe suministrar"1.
La
historia no tenía una línea inexorable de marcha. El futuro era
indeterminado, y la acción social tenía abiertos sus fines. Los
movimientos populares comenzaban como podían, y casi siempre
brotaban desde ideas obsoletas. Pero igualmente la revuelta tenía su
propia lógica y que trascendía a las motivaciones proclamadas por
los actores. Cuando esos movimientos se embarcaban en el terreno de
la acción directa, los medios empleados tenían mayor consecuencia
que los fines declarados. La tarea de los anarquistas era luchar
junto a las masas, "empujándolas
mediante el razonamiento y el ejemplo".2
Los
trabajadores que comprendían poco y nada de teorías no tenían
tiempo que esperar, y estaban naturalmente dispuestos a preferir
cualquier mejora inmediata que esperar por una transformación
radical de la sociedad. Era labor de los anarquistas persuadir a
aquellos trabajadores a que, si se obtenían pequeñas concesiones en
vez de otras grandes, no era porque fuesen más fáciles de obtener,
sino porque el pueblo se contentaba con ellas.3
Esta
era la base teórica de Malatesta para acreditar a los movimientos
populares de 1893-94 en Bélgica e Italia un gran potencial para la
acción anarquista. Es también por esto que, en retrospectiva, los
consideró oportunidades perdidas y comenzó una
reelaboración cabal de las tácticas anarquistas.
La
metáfora de las corrientes es apropiada además para una acotación
final sobre la historia del anarquismo. Los análisis que tienden a
enfocarse en momentos de corrientes altas, especialmente aquellas
sensacionales como las revueltas de Jerez y Carrara, pasan por alto
el año de Malatesta después de su retorno de Italia como un año
sin novedades. Pero fue un año crucial para comprender su evolución.
En la elaboración diaria e inadvertida de ideas, en proyectos
oscuros y falsos comienzos, los historiadores pueden trazar la
continuidad que les permita tender puentes entre momentos cumbre,
evitando la trampa de pensar que estos fueron diversos renacimientos
y muertes del anarquismo.
La
nueva fase del anarquismo de Malatesta, cuyo momento cumbre fue el
proyecto de L'Agitazione,
no comenzó en 1897, cuando Malatesta vuelve a Italia tres años
después de la derrota de los Fasci. Comenzó en 1894, justo después
de esa derrota, y comenzó en el extranjero, mientras la reacción de
Crispi arrasaba en Italia.
1 E.
Malatesta "The First of May", The Commonweal
(Londres) 1, n.s., no. 1 (1 de mayo de 1893).
2 Ibídem.
3 Ibídem.