6.5

Epílogo: la corriente de la historia

La nueva fase de Malatesta vino siguiendo los pasos de un bienio durante el cual había invertido sus energías en movimientos populares que no tenían fines explícitos anarquistas. Su actitud positiva hacia esos movimientos se acoplaba con una visión realista de los movimientos mismos y de las tareas de los anarquistas en ellos.
"Es absurdo", argumentaba, "esperar que en la condición presente del proletariado la gran masa esté capacitada antes de concebir y aceptar un programa formulado por un pequeño número a quienes las circunstancias han dado medios excepcionales de desarrollo". Pero los anarquistas debían salir a la palestra de esos movimientos, o verían la corriente de la historia fluir a sus pies. No hay movimiento anarquista puro que esperar, pues un programa avanzado "solo puede llegar a ser conscientemente aceptado por el gran número por la acción de condiciones morales y materiales que el movimiento mismo debe suministrar"1.
La historia no tenía una línea inexorable de marcha. El futuro era indeterminado, y la acción social tenía abiertos sus fines. Los movimientos populares comenzaban como podían, y casi siempre brotaban desde ideas obsoletas. Pero igualmente la revuelta tenía su propia lógica y que trascendía a las motivaciones proclamadas por los actores. Cuando esos movimientos se embarcaban en el terreno de la acción directa, los medios empleados tenían mayor consecuencia que los fines declarados. La tarea de los anarquistas era luchar junto a las masas, "empujándolas mediante el razonamiento y el ejemplo".2
Los trabajadores que comprendían poco y nada de teorías no tenían tiempo que esperar, y estaban naturalmente dispuestos a preferir cualquier mejora inmediata que esperar por una transformación radical de la sociedad. Era labor de los anarquistas persuadir a aquellos trabajadores a que, si se obtenían pequeñas concesiones en vez de otras grandes, no era porque fuesen más fáciles de obtener, sino porque el pueblo se contentaba con ellas.3
Esta era la base teórica de Malatesta para acreditar a los movimientos populares de 1893-94 en Bélgica e Italia un gran potencial para la acción anarquista. Es también por esto que, en retrospectiva, los consideró oportunidades perdidas y comenzó una reelaboración cabal de las tácticas anarquistas.
La metáfora de las corrientes es apropiada además para una acotación final sobre la historia del anarquismo. Los análisis que tienden a enfocarse en momentos de corrientes altas, especialmente aquellas sensacionales como las revueltas de Jerez y Carrara, pasan por alto el año de Malatesta después de su retorno de Italia como un año sin novedades. Pero fue un año crucial para comprender su evolución. En la elaboración diaria e inadvertida de ideas, en proyectos oscuros y falsos comienzos, los historiadores pueden trazar la continuidad que les permita tender puentes entre momentos cumbre, evitando la trampa de pensar que estos fueron diversos renacimientos y muertes del anarquismo.
La nueva fase del anarquismo de Malatesta, cuyo momento cumbre fue el proyecto de L'Agitazione, no comenzó en 1897, cuando Malatesta vuelve a Italia tres años después de la derrota de los Fasci. Comenzó en 1894, justo después de esa derrota, y comenzó en el extranjero, mientras la reacción de Crispi arrasaba en Italia.

E. Malatesta "The First of May", The Commonweal (Londres) 1, n.s., no. 1 (1 de mayo de 1893).
2  Ibídem.
3  Ibídem.