Bélgica: trabajadores en huelga por el sufragio
universal
El ejemplo más claro de la actitud táctica
de Malatesta fue una expedición de la que recién hubo retornado cuando el
artículo de Commonweal fue publicado.
Aunque se le proscribió de Bélgica mediante una orden de expulsión de 1880, a
mediados de Abril de 1893 Malatesta fue a aquel país con Carlos Malato, en
ocasión de la huelga política general por el sufragio universal conducida por
el Parti Ouvrier BeIge, o POB. La expedición es relevante no por
su resultado práctico, que no existió, sino porque ayuda a esclarecer el enlace
entre la teoría y la práctica en las tácticas de Malatesta. La huelga es un
ejemplo extremo, pues a primera vista la participación anarquista en una lucha
por el sufragio universal podría parecer paradójica. Sin embargo al mostrar que
la participación de Malatesta se basaba en principios teóricos, se asiste a
disipar estereotipos de participación aleatoria e improvisada en cualquier
revuelta, o, a la inversa, de exclusivismo anarquista.
La
agitación por el sufragio universal en Bélgica tenía una larga historia. Aunque
las clases bajas tuvieron un papel significativo en la revolución belga de 1830
que llevó a la independecia del país, la nueva ley electoral les daba poca
representación. La derrota electoral del Partido Liberal de 1863 dio la señal
para la agitación por la reforma. El sufragio unicersal rápidamente se volvió
el objetivo de la agitación. Desde este momento hasta la guerra de 1914, esta
demanda dominaría la vida política belga, encontrando pronto a la clase
trabajadora congregándose tras su bandera. Un punto de inflexión en la política
de la clase trabajadora fue la formación del POB en Abril de 1885. El sufragio
universal pronto se volvió el foco principal del partido. Al mismo tiempo, el
llamado a la huelga general como forma de lucha se tornó predominante. Como
destaca Madeleine Reberioux, el POB se preocupó por los tonos anarquistas del
movimiento Walloon, pero los enlaces del partido con la base y con los
sindicatos en lucha detuvieron al POB de rechazar el llamado a una huelga
general.[1]
Esta
dinámica entre el liderazgo cauteloso y una base militante marcó mucho en la
lucha por el sufragio universal conducente a los eventos de Abril de 1893. Por
ejemplo, en 1886 una huelga comenzó en el área industrial de Liege y que se
expandió rápidamente a otras regiones, tornándose en un jacquerie espontáneo. La represión militar y judicial fue brutal,
pero los eventos llevaron la atención pública a la “cuestión social.” Por
primera vez el discurso del Trono anunció un programa de reformas, pero el
gobierno clerical puso en práctica solo un pequeño número de ellas. Desde 1890
la agitación por el sufragio universal se intensificó y se extendió. En Abril
de aquel año ochenta mil manifestantes marcharon en Bruselas, terminando la
manifestación con un juramento solemnte colectivo a ser irreductibles en su
lucha. En Mayo de 1892, tres semanas a de la huelga general convocada por el
POB que se convirtió en una impresionante muestra de fuerza y disciplina, el
Parlamento decidió que la revisión de la ley electoral tomaría lugar. Sin
embargo, no pudo alcanzarse ningún acuerdo en la Cámara. La situación estaba en
pausa. Para salir del punto muerto, el 12 de Abril de 1893 el POB declaró la
huelga general inmediata[2].
En
un largo artículo publicado en 1897, Malatesta ofreció una mirada retrospectiva
de toda la lucha belga por el sufragio universal, la que presenció
personalmente en los días de Abril de 1893. En el artículo, elocuentemente
titulado "Come si conquista que!. .. che si vuole" (Cómo uno obtiene...
lo que quiere), Malatesta destacó que fue por medio de la insurreción que
Bélgica obtuvo la independencia y la constitución en 1830. De igual modo, las
violentas huelgas de 1886 estuvieron "marcadas por la formación de bandas
armadas, destrucción de maquinaria, saqueo de talleres, y castillos en
llamas." El "orden" se restauró, la represión fue terrible, pero
las primeras "leyes sociales," señalaba Malatesta, comenzaron aquel
año. En resumen, el artículo enfatizaba el
poder reformador de la acción directa, en contraste con la inefectividad de las
luchas legales, así como también su valor revolucionario en habituar a los
trabajadores a obtener lo que querían mediante la acción directa, independiente
de si eran guiados por un partido parlamentarista y que lucharan por propósitos
reformistas.[3]
En
los días siguientes a la declaración de huelga la tensión entre trabajadores y
autoridades escaló rápidamente, extendiéndose la huelga desde la capital hacia
las provincias y a enfrentamientos entre la policía y los manifestantes,
incluyendo confrontaciones armadas y un ataque al burgomaestro de Bruselas,
mientras que simultáneamente los líderes del POB mostraban un sentido de
responsabilidad al condenar los excesos de sus seguidores. Un artículo sobre la
crisis en Bélgica en el London Times
del 18 de Abril de 1893 abría así: "Desde que la Comuna de París fue
aplastada por el Gobierno de M. Thiers, una crisis tan grave como la que ahora
amenaza a Bélgica no ha surgido en la Europa Occidental." Sin embargo, el
artículo terminaba con una nota monarquista de esperanza, destacando "que,
en mitad de estas fieras luchas, la popularidad personal del Rey no se
altere..."[4]
Tal
era la situación en el momento del viaje de Malatesta a Bélgica, y la
aprehensión del The Times sobre las
agitaciones fue el contrapunto de sus expectativas. La gravedad de la situación
y la sensación de su fin abierto a resultados dramáticamente distintos son
palpables en los reportes del Times.
En particular, había una sensación de un resultado potencialmente
revolucionario, aunque no había sido formulada ninguna finalidad revolucionaria
por parte de los huelguista. En esta situación se ve una instancia concreta de
la idea a menudo repetida por Malatesta de que las revoluciones comienza casi
invariablemente con demandas modestas, más en la forma de protesta contra
abusos que de revueltas contra la esencia de las instituciones. Incluso la observación
tranquilizadora del columnista del Times
sobre la popularidad del rey halló una siniestra coincidencia en las frecuentes
referencias de Malatesta con el destino de Luis XVI en la Revolución Francesa,
a pesar de los vítores al rey de las multitudes revolucionarias parisinas.[5]
Los historiadores podrían explicar por qué los eventos tuvieron que
desenvolverse del modo en que lo hicieron, pero una conciencia como tal no
estaba disponible a los actores.
El
viaje de Malatesta y Malato fue relatado por este último en sus memorias Les
Joyeusetes de I'Exil, aunque su relato, reflejando el estilo general del
libro, tiende a quedarse más en las disgresiones humorísticas que en los
detalles históricos. Toda la expedición se desplegó en el espacio de una
semana, coincidiendo aproximadamente con la semana del 12-18 de Abril, durante
la cual la huelga general misma se desarrolló. Junto a Malatesta y Malato había
otro anarquista que vivía en Londres, Louis Delorme. Se unieron a un grupo de
anarquistas locales, pero los recursos humanos y materiales disponibles eran
inadecuados para cualquier iniciativa.[6]
Mientras tanto, las agitaciones se apaciguaban puntual y rápidamente por las noticias de que el 18 de Abril
la Cámara adoptó un esquema de sufragio masculino y los líderes del POB
aceptaron la decisión. Como reportó un espía francés, aquel día Malatesta,
Malato, y Delorme ya estaban de vuelta en Londres. [7]
Desde
el punto de vista anarquista de Malatesta, las características de las luchas
como la huelga belga eran inversas y complementarias a aquellas del Primero de
Mayo. Las manifestaciones del Primero de Mayo eran explícitamente
anti-capitalistas, pero eran indeterminadas en cuanto a sus medios, pasando
desde manifestaciones festivas a hueglas generales. Al contrario, la agitación
de Bélgica usó los medios correctos, pues recurrió a la acción directa y a la
revuelta abierta, pero sus metas declaradas no eran compartidas por los
anarquistas. A este respecto, podría asemejarse más a la Huelga Portuaria de
Londres que al Primero de Mayo. Como la Gran Huelga Portuaria, la agitación
belga por el sufragio universal acopló un asombroso despliegue de fuerza
colectiva por parte de una clase trabajadora determinada y unida, con gran
comedimiento, alentada por los líderes en vista de metas no-revolucionarias de
alcance limitado. En tales situaciones, caracterizadas por la indeterminación y
apertura de fines de la acción colectiva, el rol de las minorías en conducir
las agitaciones en una u otra dirección puede ser crucial.
A
pesar del resultado no insurreccional de la agitación belga, su éxito fue una
brillante confirmación de la evaluación de Malatesta sobre el poder reformador
de la acción directa e incluso de la violencia. Este aspecto tampoco fue pasado
por alto en la prensa burguesa. Por ejemplo, el Temps parisino lamentaba que el sufragio extendido había sido adoptado
“bajo la presión de la muchedumbre, pues las concesiones que son extorsionadas
pierden mucho de su gracia, y esto puede dejar huellas peligrosas en una nación
hasta ahora honorablemente distinguida por el respeto a la ley y el orden.”[8]
A
la vez, desde la perspectiva anarquista, la agitación fue una oportunidad
perdida. De acuerdo al historiador del anarquismo belga Jan Moulaert, los datos
sobre la participación anarquistas en la lucha son escasos, “pero es seguro que
difícilmente se pueda esperar una acción orquestada que partiese desde la
tradición anarquista.”[9]
La participación anarquista pudo haber sido escasa, pero si era de esperar o no
una acción orquestada es otra cosa. La expectación de Moulaert recuerda al
estereotipo del anarquismo como necesariamente condenado, mientras su
referencia a una sola “tradición anarquista” es injustificada. En contraste,
Malato reporta que Malatesta hubo comentado lamentándose durante su intento
infructífero: “Si en vez de vivir apartados de las masas trabajadoras, nuestros
amigos hubiesen hecho el esfuerzo de penetrar en ellas, hablándoles en un
lenguaje común sobre intereses cotidianos y no sobre metafísica, seríamos
nosotros quienes llevaríamos este movimiento hoy!” Este comentario da contexto
a la observación de Malatesta pocos días después acerca de que los anarquistas
“verían la corriente de la historia llegarles a los pies” si aplazaban la acción hasta que “el pueblo monte los
colores comunistas anarquistas.”[10]
De
modo similar, el resultado de la huelga general fue comentado en un artículo
anónimo aparecido en La Révolte del
3–10 de Mayo, elocuentemente titulado ‘Sommes-nous a la hauteur des
evenements?’ (¿Estamos a la altura de los acontecimientos?), que analizaba la
incompetencia de los anarquistas en llevar los eventos a una dirección
distinta. Max Nettlau atribuye el artículo a Kropotkin, pero añade que las
impresiones de Malatesta sobre los eventos belgas, como los reportó
directamente a Kropotkin, probablemente formaron el artículo.
De
acuerdo al autor, el movimiento belga tenía todas las características que un
movimiento revolucionario podría posiblemente tener en su fase inicial. Era un
movimiento popular. Cientos de miles de personas tomaron parte en él y salieron
a las calles. Había entusiasmo, especialmente al comienzo, y las masas de
trabajadores mantuvieron su promesa: habían prometido una huelga general, y
casi lo lograron, pagando su decisión con adversidades y sangre. Sin embargo,
¿mantuvieron los socialistas, y especialmente los anarquistas, su propia
promesa? ¿Se arrojaron al movimiento, resueltos a instigar ideas más amplias en
él, y le dieron un carácter más revolucionario? En tal circunstancia, incluso
las recriminaciones contra los socialdemócratas eran fútiles. Si los
socialdemócratas habían puesto a las masas a dorimir, los anarquistas no habían
hecho lo suficiente por despertarlas, penetrando en ellas y mobilizándolas
hacia fines mayores que el sufragio universal: “Hemos tenido nuestro período de
aislamiento, que fue necesario para la elaboración de ideas. Sin embargo, es
alta hora de volver a estar entre las masas.” Los anarquistas habían tenido sus
propios mártires, pero no habían tenido agitadores populares, quienes, “se
identificasen con los movimientos obreros populares, cruzaran cada pueblo y
cada villa del país entero y llegasen a ser reconocidos en todas partes como
hermanos — como John Burns, desafortunadamente un socialdemócrata, lo había
hecho en Inglaterra — viviendo la misma vida y albergando el mismo rencor, pero
simplemente cargando una concepción revolucionaria más amplia; listo a pagar un
precio personal por su participación en la más pequeña huelga o disturbio
obrero, sin importar cuán insignificante sus resultados, en tanto fuesen
relevantes para sus participantes; y por ende amado y tenido en alta
consideración como a los hermanos mejor informados.”[11]
El
tema de Malatesta de “ir entre el pueblo” resuena claramente en estas palabras.
[1]
Marc-Antoine Pierson, Histoire du
Socialisme en Belgique ([Bruxelles?]: Institut Emile Vandervelde, 1953),
19-21,56-57, 68-69; Madeleine Reberioux, Le socialisme beige de 1875 a1914, in Histoire Generale du Socialisme. Tome 11: De 1875 a1918, ed. Jacques Droz (paris: Presses
Universitaires de France, 1974), 323-4.
[2] Pierson, 87-107.
[3]
"Come si conquista quel. .. che
si vuole," partes 1 y 2, L 'Agitazione (Ancona) 1, no. 5 (12 Abril 1897), y L 'Agitatore Socialista
Anarchico (Ancona), número único (25 Abril 1897), en lugar del no. 7 de L
'Agitazione
[4] The Times (Londres), no. 33,926 (15 Abril 1893): 7; no. 33,927
(17 Abril): 5; no. 33,928 (18 Abril): 5,9.
[5] Ver capítulo 4, nota 22.
[6] Charles Malato, Les Joyeusetes de
['Exit (1897; Mauleon: Acratie, 1985), 62-75.
[7]
The Times (London), no. 33,929 (19 April): 5,9; report by agent "Z
no. 6," London, 19 April 1893, b.
BA 1508, fs. 350.000-18-A, APP.
[9] Jan Moulaert, Le mouvement anarchiste
en Belgique, 1870-1914 (Ottignies: Quorum, 1996), 135.
[10] Jan Moulaert, Le mouvement anarchiste
en Belgique, 1870-1914 (Ottignies: Quorum, 1996), 135; Ma1ato, Les
Joyeusetes de I'Exil, 72.
[11]
"Sornrnes-nous a la hauteur des
evenements?", La Revolfe (Paris) 6, no. 34 (4-10 May 1893): 1-2; Max Nettlau, Die ersfe Bliifezeif der
Anarchie. 1886-1894
(Vaduz: Topos, 1981), 173-4.