6.1

El abismo táctico anarquista
Como lo recuerda Luigi Fabbri, los comienzos de la década de 1890 "marcaron el comienzo de un período de largas, apasionadas y a veces duras polémicas entre Malatesta y los anarquistas que disentían con él en un número de asuntos diversos: la organización, los sindicatos, la moral, los actos individuales..."[1]
En Italia la controversia tomó la forma de un contraste entre organizacionistas y anti-organizacionistas. La aversión y desconfianza por la organización de muchos anarquistas se remite al período inmediatamente posterior a la Primera Internacional y se manifestó claramente en el congreso Internacional de Londres de 1881.  Sin embargo, Fabbri recalca, mientras el disgusto por la organización se volvió una tendencia ampliamente esparcida fuera de Italia, fue especialmente entre anarquistas de lengua italiana que el anti-organizacionismo se desarrolló en una corriente teórica y práctica. Muchos historiadores, como Pier Carlo Masini, describen el anti-organizacionismo como una forma de individualismo. Ciertamente, todos los anarquistas individualistas, en cual sea el sentido de este tan vago término, se oponían a la organización, pero lo inverso no era sostenible. Sin duda, los anti-organizacionistas enfatizaban la autonomía individual. De hecho, los primeros oponentes de la década de 1880 a la organización solían denominarse "autonomistas." Más aún, un foco en la autonomía individual era un rasgo que los anti-organizacionsitas compartían con los oponentes de Malatesta en las diversas controversias mencionadas por Fabbri, que de otro modo eran libradas desde un diverso rango de puntos de vista. Sin embargo, los anti-organizacionistas italianos eran extraños al individualismo en su orientación de clase trabajadora y su defensa del comunismo anarquista.[2]
El principal asunto en juego era si es que los anarquistas debían organizarse en alguna forma permanente y estructurada. Los anti-organizacionistas se oponían a la idea, y rechazaban la organización en formas institucionales como partidos, programas, y congresos. Como mantuvo L'Ordine en un artículo de 1893 significativamente dirigido a "pseudo-anarquistas," puesto que la organización de los anti-organizacionistas era ilógica, ya que "la anarquía apunto a la autonomía absoluta del individuo, y la organización constituye la negación de ella"; la organización era inútil, porque "no añade nada a la suma de actividades individuales y casi siempre resta considerablemente a esa suma"; y era dañina, porque "toda organización presupone uno o más organizadores y éstos fatalmente se afirman como autoridades, asfixiando la iniciativa individual."[3] En una prolongada controversia con Malatesta en las columnas de La Révolte entre Agosto y Septiembre de 1892, el anti-organizacionista Amilcare Pomati argumentaba que el rol del anarquismo era ser "esa fuerza, ese poder moral, esa corriente de ideas que, fuera de todo sistema, fuera de todo dominio o convención, es ejercida y actúa entre las masas, con la variedad y energía que los individuos que encarnan aquella fuerza le pueden dar. ... En presencia de un evento o conmoción popular, los anarquistas siempre concordarán en el curso de acción a tomarse, sin necesidad alguna de acuerdos previos."[4]
El contraste tenía ramificaciones de gran alcance y que involucraban tales asuntos como la participación en organizaciones de trabajadores. La preocupación de los anti-organizacionistas era que los anarquistas comprometerían y finalmente perderían su identidad anarquista en los sindicatos, involucrándose progresivamente en cuestiones de mejorías paliativas que les desviaban de su foco real, la persecución del ideal anarquista.[5] En general, los anti-organizacionistas eran críticos no solo de los intentos de organizaciones anarquistas, sino también de toda alianza táctica con partidos no-anarquistas y de anarquistas apuntando a tomar un papel protagónico en los movimientos colectivos organizados. Sus argumentos apuntaban con frecuencia al tema del desplazamiento de las metas, y el tono de sus polémicas hacia los organizacionistas era semejante al tono que los anarquistas en general usaban hacia los defensores socialistas de las tácticas parlamentarias. Tales controversias agitaron al anarquismo italiano por toda la década de 1890 y después.
Las tendencias anti-organizacionistas que pronto se manifestaron como ataques al proyecto revolucionario de Malatesta comenzaron con el congreso de Capolago. Para el biógrafo de Malatesta, Armando Borghi, Capolago fue "no tanto un congreso de debates teóricos, como fue un intento por alcanzar un acuerdo práctico para la acción inmediata."[6] Si la tendencia a estirar la idea de anarquismo de modo de incluir a simples anti-parlamentaristas como Cipriani era una debilidad del partido, otra debilidad era que la misma idea era ya demasiado amplia como para ser una base sólida para los acuerdos prácticos. Malatesta apuntaba a combinar la insurrección y la organización en las tácticas del partido. El primer elemento hallaba obstáculos en los socialistas anti-parlamentaristas, pero el segundo elemento hallaba obstáculos en el anarquismo anti-organizacionista. El foco en el movimiento del Primero de Mayo igualmente fue atacado. Anarquistas como Malatesta llegaron a ser llamados en términos despreciativos como "primomaggisti" (Primero-de-Mayistas) que se suponía defendían "la revolución con fecha fija." Tales críticas enfatizan implícitamente el enlace inherente entre el insurreccionalismo y la organización de Malatesta, en contraste con el estereotipo de insurreccionalismo anarquista como espontaneísta. Contrastes similares, de los cuales la revuelta de Jerez fue probablemente evidencia, también minaron al proyecto insurreccional en España.
Una medida de la oposición anti-organizacionista a las tácticas del Capolago se da en la controversia de Pomati con Malatesta. Para él, "la evolución [de Merlino y Malatesta] hacia los partidos legalitarios se hace cada vez más pronunciada." El término "legalitario" referido a partidos que se enfocaban en tácticas parlamentaristas, considerando la movilización de masas principalmente como apoyo a las luchas electorales y legales. En el consiguiente debate, Malatesta reconoció la existencia de grandes diferencias entre los anarquistas sobre las tácticas y quizás incluso sobre el modo de concebir la anarquía, y recalcó: "Incluso creo que el error que cometimos en Capolago consistió en fallar en estar completamente conscientes de tales diferencias, y en creer posible marchar todos juntos, solo porque había acuerdo sobre las fórmulas generales." Para Malatesta, las principales diferencias concernían a la actitud hacia el movimiento de trabajadores y la importancia relativa atribuida a los actos individuales versus los movimientos colectivos.[7]
En ningún lado hubo tan agudo contraste como en las respectivas actitudes hacia los movimientos que no tenían un contenido anarquista explícito. A diferencia de los anti-organizacionistas, Malatesta atribuía gran valor a dichos movimientos. Reiteró esta actitud en su artículo del 1 de Mayo de 1893 en Commonweal, argumentando que "los movimientos populares comienzan como pueden; casi siempre brotan de alguna idea ya trascendida por el pensamiento contemporáneo. ... Si esperamos para zambullirnos en la lucha hasta que el pueblo monte los colores Anarquistas Comunistas... veremos la marea del flujo de la historia a nuestros pies mientras escasamente contribuimos en algo a detener su curso."[8]
Para fines del ciclo de luchas de 1892-4 el contraste entre la inclusividad de Malatesta y las tendencias anti-organizacionistas sería solamente más afilado y los inconvenientes advertidos por el artículo de Commonweal más agudos, conduciendo a Malatesta hacia una completa revisión de la dirección que el anarquismo debía tomar.




[1] Luigi Fabbri, Vida de Malatesta, 132.
[2] Fabbri, Malatesta: L 'uomo e if pensiero, 197-9; Pier Carlo Masini, Storia degli anarchici italiani: Da Bakunin a Malatesta (Milan: Rizzoli, 1969), 226.
[3] "Una franca parola agli pseudo-anarchici," L 'Ordine (Turin) 2, no. 48 (23 December 1893).
[4] "Communications et correspondance," La Revolte (Paris) 5, no. 50 (10-16 September 1892); 6, no. I (17-23 September 1892).
[5] Eduardo Colombo, Los desconocidos y los olvidados: Historias y recuerdos del anarquismo en la Argentina (Montevideo: Nordan Comunidad, 1999),24.
[6] Borghi, 81.
[7] "Mouvement Social. Italie," La Revolte (Paris) 5, no. 46 (13-19 August 1892); "Communications et correspondance," La Revolte (Paris) 5, no. 47 (20-26 August 1892); no. 48 (27 August-2 September 1892); no. 49 (3-9 September 1892); no. 50 (10-16 September 1892); 6, no. 1 (17-23 September 1892).
[8] "El Primero de Mayo."