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Epílogo: la continuidad del anarquismo

Los eventos que se desarrollaron en Italia y España dentro del espacio de un año demuestran simultáneamente que la continuidad del anarquismo es un ave elusiva cuando no se toma en cuenta la opacidad adecuadamente: los historiadores la buscan en sitios equivocados. Enfocarse en los momentos cumbres del movimiento y considerar convenientemente el anarquismo como un monolito ideológico ha llevado a los historiadores a postular continuidad donde no existe, como lo ilustran los intentos paralelos por ligar al congreso de Capolago con los disturbios de Roma y la gira de Malatesta y Esteve con la revuelta de Jerez. Relacionado a esto, la "ausencia" de Malatesta en Italia y la presencia en España han conducido a los historiadores en direcciones opuestas.
El enfoque en los momentos cumbre del movimiento propende a no entender la acción real, y considerar el anarquismo un monolito ideológico genera interpretaciones irracionales atribuyendo incoherencia en la presencia de comportamientos aparentemente inconsistentes.
En contraste, asumir al anarquismo capaz de sofisticación intelectual y de distinciones finas lleva al historiador a buscar activamente y a hacerse consciente de las diferencias teóricas y tácticas, como las existentes en el congreso de Capolago y entre los anarquistas españoles, haciendo así que la supuesta uniformidad ideológica y la irracionalidad del anarquismo se desvanezcan. Sin dudas los desacuerdos tanto entre los anarquistas italiano como entre los anarquistas españoles debilitaron su efectividad. Sin embargo, estas no vuelven irracional a ninguna de las partes, confirmando así que la efectividad y la racionalidad son cosas distintas.
La continuidad del anarquismo se ve ilustrada en vez por el ciclo de luchas conectadas con el Primero de Mayo. Se llevaron a cabo preparaciones de un Primero de Mayo al siguiente sin interrupción. Las iniciativas que apuntaban al Primero de Mayo de 1981 en Italia comenzaron en el mismo momento de la manifestación de 1890 en París, y los arreglos apuntados al Primero de Mayo de 1892 en España siguieron a la liberación de Malatesta de prisión que había resultado de su presencia en Italia en 1891. La continuidad tenía también dimensión espacial, no solo en términos del transnacionalismo del anarquismo italiano, sino además de los enlaces y la cooperación entre los movimientos anarquistas de distintos países. Malatesta se enfocó en tres países distintos en tres años.
El foco de los anarquistas en la acción directa no quería decir que estuviesen genéricamente inclinados a realizar manifestaciones violentas en forma repetitiva e inmutable, fuesen cuales fuesen las circunstancias. La acción directa era emprendida donde y cuando las condiciones se estimaban favorables. Fue este el caso de Italia en 1891. Así, como relata Maurice Dommanget, "fuera de Francia, es principalmente en Italia que el Primero de Mayo de 1891 se caracterizó por la violencia".1 Al año siguiente, luego que el proyecto insurreccional en España fuese desbaratado, pasó calmadamente el Primero de Mayo hablando desde una tarima anarquista en Hyde Park2. La organización era una condición previa para los proyectos insurreccionales. El acto de apertura de las agitaciones en Italia en 1891 fue la fundación de un partido anarquista, y España era el país donde los anarquistas tenían el rol más prominente en el movimiento obrero organizado.
Más importante, el ciclo de luchas de 1890-92 apunta a la continuidad de pensamiento en Malatesta, pues tales luchas ilustran los principios tácticos que presentó en L'Associazione. Para Malatesta, el movimiento del Primero de Mayo ofrecía una buena oportunidad para poner en marcha un proceso revolucionario a través de la intensificación de la lucha de clases. Era tarea de los anarquistas iniciar dicho proceso mediante iniciativas autónomas, como las que defendió Malatesta en París en 1890, promovió en Roma en 1891, y planificó en España en 1892. El tema de la autonomía anarquista se reflejó claramente en aquellas tácticas. A la vez, los anarquistas debían actuar autónomamente, sus iniciativas no podían ser autosuficientes y aisladas. Debían "ir entre el pueblo" y actuar entre los trabajadores. Las agitaciones del Primero de Mayo le ofrecían a los anarquistas una oportunidad excelente para hacerlo, especialmente porque estas cargaban un carácter anticapitalista desde un inicio. Esto es lo que hacía al movimiento por las ocho horas tan prometedor para Malatesta.
Sin embargo, en 1892 sus expectativas insurreccionales respecto al Primero de Mayo comenzaron a menguar, aunque siguió apoyando cálidamente la participación anarquista en el movimiento. Así, en un artículo para el Commonweal del 1º de mayo de 1893 argumentaba que el movimiento del Primero de Mayo era "de suma relevancia por ser obra directa de las masas" y que era "asunto de los revolucionarios salvar este movimiento... al cual renunciar sería un desatino". Sin embargo, concluía el artículo dejando claro que el Primero de Mayo no era "el día de la revolución", aunque seguía siendo "una buena oportunidad para la propagación de nuestras ideas, y para volcar las mentes de los hombres hacia la revolución social"3. El lenguaje de Malatesta seguía siendo revolucionario, pero no insurreccional.
A medida que el Primero de Mayo se volvía más y más una "tradición inventada" las esperanzas revolucionarias de Malatesta se volcaban a otras cosas. Los dos años siguientes a su retorno desde España fueron todavía de intensa agitación insurreccional, pero en vez de enfocarse en las iniciativas anarquistas autónomas, Malatesta dirigió sus esfuerzos a otro lado de sus tácticas y otro modo de "ir entre el pueblo", la participación de los anarquistas en agitaciones en curso que no tenían un contenido explícito anarquista.


1  Maurice Dommanget Histoire du Premier Mai (París: Tête de Feuilles, 1972), 162
2 "Movimiento Obrero Exterior. Inglaterra", El Productor (Barcelona) 6, no. 298 (12 de mayo de 1892).

3  E. Malatesta "The First of May", The Commonweal (Londres) 1, n.s., no. 1 (1 de mayo de 1893).