Principios
tácticos
La misma dependencia mutua entre los deseable y lo posible estaba
presente en los principios tácticos de Malatesta, que se resumen en cinco
conceptos: insurreccionalismo, coherencia con los fines, inclusividad, “ir
entre el pueblo,” y la autonomía anarquista. Tales conceptos, que fueron ya
delineados claramente en la discusión de Malatesta sobre las minorías
conscientes y las masas en L
'Associazione, seguirían
siendo los fundamentos de sus tácticas por siempre en adelante.
La insurrección, o el
derrocamiento violento del gobierno, era el concepto central en las tácticas de
Malatesta. Para él la insurrección era un paso inevitable en una lucha por la
expropiación de los medios de producción que inevitablemente había de confrontar
a la fuerza del gobierno, el “gendarme” del privilegio. La insurrección era el
punto de inflexión de las tácticas revolucionarias, el evento que separaba el
“antes” del “después”. Al remover el obstáculo de las fuerzas armadas del
gobierno y al permitir a los trabajadores tomar posesión de los medios de
producción, la insurrección abría todo un nuevo escenario social. Como con la
mayoría de sus ideas, la perspectiva de Malatesta sobre el rol de la
insurrección en el proceso revolucionario cambió con el tiempo, sobre las bases
de la experiencia pasada y en respuesta a las condiciones cambiantes. En su
visión temprana, la insurrección se identificaba en gran medida con la
revolución. Con el tiempo, llegó a una perspectiva más cautelosa, de acuerdo a
la cual la insurrección requería de preparación paciente y había de ser
considerada como un mero comienzo, no como el logro total del proceso
revolucionario. Sin embargo, esta perspectiva más realista de la insurrección y
la revolución, en vez de debilitar el foco de Malatesta en la insurrección,
proveyó de mayor motivación para defender que una insurrección exitosa debía
ocurrir tan pronto como fuese posible. En resumen, Malatesta era insistente en
considerar la insurrección como un objetivo táctico clave. Este aspecto de su
pensamiento siguió inalterado por toda su vida, aunque su perspectiva sobre el
proceso revolucionario en conjunto sí cambió.
Mientras la insurrección era
el objetivo clave, la coherencia entre medios y fines era el principio clave
que informaba a las tácticas anarquistas. Como se discutió antes, este
principio no debe entenderse como una forma de purismo ético, sino como un
principio metodológico que asegura la idoneidad de los medios hacia el fin
pretendido. Cuando hablamos del pluralismo comenzamos a ver cómo la
consideración del método adquirió prominencia en las visiones de Malatesta
sobre el partido anarquista. En el artículo “Questions revolutionnaires,” que
apareció en La Révolte de París pocos meses tras el deceso de L
'Associazione, Malatesta
remarcó nuevamente que “en las luchas sociales, como también en la
investigación científica, es el método el que cuenta más y el que determina los
resultados; los partidos se constituyen sobre la base de lo que quieren hacer,
no sobre la base de lo que desean o vislumbran.”[1]
El principio de coherencia entre medios y fines y el foco en el método propuso
un enlace directo entre las tácticas presentes y la perspectiva de la sociedad
futura, no en términos de un bosquejo de sociedad sino en términos del método
de acción colectiva que la caracteriza. Mientras la revolución constituía un
quiebre dramático en la vida social, no había quiebre o discontinuidad en el
método anarquista de acción colectiva.
El complemento al principio
de coherencia entre medios y fines es lo que podríamos llamar el principio de
inclusividad. Si, por una parte, toda lucha relevante para los anarquistas debe
ser coherente con sus fines, toda lucha coherente con sus fines debe ser
relevante para los anarquistas, no importa cuán limitada o parcial sea. La
combinación de estos dos principios, coherencia e inclusividad, estuvo siempre
presente en las tácticas de Malatesta, y fue claramente expresada ya en su Programma de 1884, donde escribió: “la
Internacional, cuyo fin inmediato es la insurrección simultánea contra el poder
político, por su abolición, y contra los propietarios, por la propiedad común
de la riqueza, debe escoger aquellos medios que son instrumentales para
preparar la insurrección y para asegurar su carácter antiautoritario y
anti-propiedad.” Luego condensó las tácticas de la Internacional en el
siguiente principio: “Todo lo que traiga la insurrección socialista más cerca y
la haga más fácil es bueno; todo lo que la aleja, o la hace más difícil, o
altera su carácter anarquista-socialista es malo: este es el criterio que guía
a la Internacional en su conducta.” El mismo concepto fue repetido
frecuentemente en escritos posteriores. Por ejemplo, Malatesta escribió en L
'Associazione: “Actos quizás insignificantes en sí mismos pero repetidos
con frecuencia y ampliamente son más útiles que actos cruciales emprendidos una
vez cada tantos años.”[2]
A diferencia de la
coherencia entre medios y fines, la defensa de la inclusividad en las luchas
anarquistas era más característica de Malatesta que del anarquismo en general,
y ello le sometió a polémicas y malentendidos de anarquistas de distintas tendencias.
Lo mismo puede decirse de otro de los principios tácticos básicos de Malatesta,
la instigación a “ir entre el pueblo.” En “Questions revolutionnaires”
Malatesta expresa así su punto en un corto párrafo que bien resume los
principios tácticos ilustrados hasta ahora:
Debemos mezclarnos tanto como sea posible con
la vida popular; debemos alentar y empujar cada movimiento que contenga una
semilla de revuelta material o moral y que haga que el pueblo se acostumbre a
manejar él mismo sus propios asuntos y a depender sólo de su propia fuerza. Sin
embargo, debemos hacer esto sin nunca perder de vista los siguientes hechos:
que la revolución para los propósitos de expropiar y detentar la propiedad
colectivamente y la demolición del poder son la única salvación del
proletariado y de la humanidad; y por lo tanto todo es bueno o malo dependiendo
de si hace a aquella revolución más cercana o más lejana, si la facilita o la
dificulta.[3]
Malatesta defendía la
autonomía anarquista como una salida al aparente conflicto o contradicción
entre la coherencia anarquista y la participación en toda lucha. Los
anarquistas debían organizarse entre ellos, mantenía, y clamar sus ideas y
programas en su plenitud. Al mismo tiempo, debían unirse o promover toda acción
colectiva que no fuese inconsistente con sus principios y objetivos, aún cuando
estos no fuesen explícitamente anarquistas. Esto no excluía que, cuando
tuviesen fuerza suficiente, oportunidades adecuadas, y posibilidades de éxito,
debían además emprender iniciativas por su propia cuenta. Éstas podían ser
también acciones de pequeños grupos y de individuos, cuando tenían una buena
posibilidad de ser útiles y efectivos. La acción explícitamente anarquista y
colectiva era el caso ideal. Sin embargo, en el mismo modo en que Malatesta era
inclusivo respecto a las iniciativas colectivas que no eran explícitamente
anarquistas, era además inclusivo respecto a iniciativas explícitamente
anarquistas que no eran colectivas. En contraste con la exclusividad de otros
anarquistas, quienes concebían la acción colectiva como una suma de acciones
individuales de tipo puramente anarquista, y que tendían a despreciar los movimientos de masas, la defensa de
Malatesta de la participación en movimientos de masas, especialmente en el
movimiento obrero, no implicaba descartar la acción individual o de grupos de
afinidad.
Estos cinco principios
tácticos — insurreccionalismo, coherencia con los fines, inclusividad, “ir
entre el pueblo,” y la autonomía anarquista — dan cuenta de muchas de las tácticas
que Malatesta defendió en el tiempo. No definen una táctica por sí sola, sino
que proveen de los límites generales para la acción anarquista; definen un
espacio dentro de los cuales distintas tácticas podían ser ideadas, dependiendo
del contexto específico. Tales principios son lo suficientemente generales como
para hacer disponibles muchas tácticas dentro de ellos, pero además son lo
suficientemente restrictivos como para descartar todas aquellas desviaciones
del anarquismo que Malatesta criticaba. Los principios del insurreccionalismo y
la autonomía anarquista por un lado, y la inclusividad e “ir entre el pueblo”
por otro, ponían distintas demandas a los militantes anarquistas. Mientras cada
uno de esos principios era individualmente compartido por otros anarquistas, su
coexistencia le dio a la aproximación de Malatesta a la táctica su original
carácter de flexibilidad y pragmatismo.
Al
mismo tiempo, Malatesta estaba conciente de las exageraciones que una
interpretación rígida de uno u otro principio podían dar pie. Así, en
“Questions revolutionnaires” remarca además: “Debemos evitar dos
inconvenientes: por una parte, la indiferencia con la vida y las luchas
cotidianas, que nos aleja del pueblo y nos vuelve más extraños e
incomprensibles para ellos; y por otra parte, dejarnos absorber por tales
luchas, dándoles una importancia mayor que la que tienen, y terminar por
olvidar la revolución.” La importancia atribuida a las luchas parciales, que en
otros militantes socialistas y anarquistas se acompañaba de una tendencia a
posponer la revolución a un tiempo en que las condiciones estuviesen maduras,
fue contrabalanceada en Malatesta con su voluntarismo, que consideraba la
revolución como una ocurrencia que debía ser no solo esperada, sino también
preparada y conscientemente pretendida.