4.5

Principios tácticos
La misma dependencia mutua entre los deseable y lo posible estaba presente en los principios tácticos de Malatesta, que se resumen en cinco conceptos: insurreccionalismo, coherencia con los fines, inclusividad, “ir entre el pueblo,” y la autonomía anarquista. Tales conceptos, que fueron ya delineados claramente en la discusión de Malatesta sobre las minorías conscientes y las masas en L 'Associazione, seguirían siendo los fundamentos de sus tácticas por siempre en adelante.
La insurrección, o el derrocamiento violento del gobierno, era el concepto central en las tácticas de Malatesta. Para él la insurrección era un paso inevitable en una lucha por la expropiación de los medios de producción que inevitablemente había de confrontar a la fuerza del gobierno, el “gendarme” del privilegio. La insurrección era el punto de inflexión de las tácticas revolucionarias, el evento que separaba el “antes” del “después”. Al remover el obstáculo de las fuerzas armadas del gobierno y al permitir a los trabajadores tomar posesión de los medios de producción, la insurrección abría todo un nuevo escenario social. Como con la mayoría de sus ideas, la perspectiva de Malatesta sobre el rol de la insurrección en el proceso revolucionario cambió con el tiempo, sobre las bases de la experiencia pasada y en respuesta a las condiciones cambiantes. En su visión temprana, la insurrección se identificaba en gran medida con la revolución. Con el tiempo, llegó a una perspectiva más cautelosa, de acuerdo a la cual la insurrección requería de preparación paciente y había de ser considerada como un mero comienzo, no como el logro total del proceso revolucionario. Sin embargo, esta perspectiva más realista de la insurrección y la revolución, en vez de debilitar el foco de Malatesta en la insurrección, proveyó de mayor motivación para defender que una insurrección exitosa debía ocurrir tan pronto como fuese posible. En resumen, Malatesta era insistente en considerar la insurrección como un objetivo táctico clave. Este aspecto de su pensamiento siguió inalterado por toda su vida, aunque su perspectiva sobre el proceso revolucionario en conjunto sí cambió.
Mientras la insurrección era el objetivo clave, la coherencia entre medios y fines era el principio clave que informaba a las tácticas anarquistas. Como se discutió antes, este principio no debe entenderse como una forma de purismo ético, sino como un principio metodológico que asegura la idoneidad de los medios hacia el fin pretendido. Cuando hablamos del pluralismo comenzamos a ver cómo la consideración del método adquirió prominencia en las visiones de Malatesta sobre el partido anarquista. En el artículo “Questions revolutionnaires,” que apareció en La Révolte de París pocos meses tras el deceso de L 'Associazione, Malatesta remarcó nuevamente que “en las luchas sociales, como también en la investigación científica, es el método el que cuenta más y el que determina los resultados; los partidos se constituyen sobre la base de lo que quieren hacer, no sobre la base de lo que desean o vislumbran.”[1] El principio de coherencia entre medios y fines y el foco en el método propuso un enlace directo entre las tácticas presentes y la perspectiva de la sociedad futura, no en términos de un bosquejo de sociedad sino en términos del método de acción colectiva que la caracteriza. Mientras la revolución constituía un quiebre dramático en la vida social, no había quiebre o discontinuidad en el método anarquista de acción colectiva.
El complemento al principio de coherencia entre medios y fines es lo que podríamos llamar el principio de inclusividad. Si, por una parte, toda lucha relevante para los anarquistas debe ser coherente con sus fines, toda lucha coherente con sus fines debe ser relevante para los anarquistas, no importa cuán limitada o parcial sea. La combinación de estos dos principios, coherencia e inclusividad, estuvo siempre presente en las tácticas de Malatesta, y fue claramente expresada ya en su Programma de 1884, donde escribió: “la Internacional, cuyo fin inmediato es la insurrección simultánea contra el poder político, por su abolición, y contra los propietarios, por la propiedad común de la riqueza, debe escoger aquellos medios que son instrumentales para preparar la insurrección y para asegurar su carácter antiautoritario y anti-propiedad.” Luego condensó las tácticas de la Internacional en el siguiente principio: “Todo lo que traiga la insurrección socialista más cerca y la haga más fácil es bueno; todo lo que la aleja, o la hace más difícil, o altera su carácter anarquista-socialista es malo: este es el criterio que guía a la Internacional en su conducta.” El mismo concepto fue repetido frecuentemente en escritos posteriores. Por ejemplo, Malatesta escribió en L 'Associazione: “Actos quizás insignificantes en sí mismos pero repetidos con frecuencia y ampliamente son más útiles que actos cruciales emprendidos una vez cada tantos años.”[2]
A diferencia de la coherencia entre medios y fines, la defensa de la inclusividad en las luchas anarquistas era más característica de Malatesta que del anarquismo en general, y ello le sometió a polémicas y malentendidos de anarquistas de distintas tendencias. Lo mismo puede decirse de otro de los principios tácticos básicos de Malatesta, la instigación a “ir entre el pueblo.” En “Questions revolutionnaires” Malatesta expresa así su punto en un corto párrafo que bien resume los principios tácticos ilustrados hasta ahora:

Debemos mezclarnos tanto como sea posible con la vida popular; debemos alentar y empujar cada movimiento que contenga una semilla de revuelta material o moral y que haga que el pueblo se acostumbre a manejar él mismo sus propios asuntos y a depender sólo de su propia fuerza. Sin embargo, debemos hacer esto sin nunca perder de vista los siguientes hechos: que la revolución para los propósitos de expropiar y detentar la propiedad colectivamente y la demolición del poder son la única salvación del proletariado y de la humanidad; y por lo tanto todo es bueno o malo dependiendo de si hace a aquella revolución más cercana o más lejana, si la facilita o la dificulta.[3]


Malatesta defendía la autonomía anarquista como una salida al aparente conflicto o contradicción entre la coherencia anarquista y la participación en toda lucha. Los anarquistas debían organizarse entre ellos, mantenía, y clamar sus ideas y programas en su plenitud. Al mismo tiempo, debían unirse o promover toda acción colectiva que no fuese inconsistente con sus principios y objetivos, aún cuando estos no fuesen explícitamente anarquistas. Esto no excluía que, cuando tuviesen fuerza suficiente, oportunidades adecuadas, y posibilidades de éxito, debían además emprender iniciativas por su propia cuenta. Éstas podían ser también acciones de pequeños grupos y de individuos, cuando tenían una buena posibilidad de ser útiles y efectivos. La acción explícitamente anarquista y colectiva era el caso ideal. Sin embargo, en el mismo modo en que Malatesta era inclusivo respecto a las iniciativas colectivas que no eran explícitamente anarquistas, era además inclusivo respecto a iniciativas explícitamente anarquistas que no eran colectivas. En contraste con la exclusividad de otros anarquistas, quienes concebían la acción colectiva como una suma de acciones individuales de tipo puramente anarquista, y que  tendían a despreciar los movimientos de masas, la defensa de Malatesta de la participación en movimientos de masas, especialmente en el movimiento obrero, no implicaba descartar la acción individual o de grupos de afinidad.
Estos cinco principios tácticos — insurreccionalismo, coherencia con los fines, inclusividad, “ir entre el pueblo,” y la autonomía anarquista — dan cuenta de muchas de las tácticas que Malatesta defendió en el tiempo. No definen una táctica por sí sola, sino que proveen de los límites generales para la acción anarquista; definen un espacio dentro de los cuales distintas tácticas podían ser ideadas, dependiendo del contexto específico. Tales principios son lo suficientemente generales como para hacer disponibles muchas tácticas dentro de ellos, pero además son lo suficientemente restrictivos como para descartar todas aquellas desviaciones del anarquismo que Malatesta criticaba. Los principios del insurreccionalismo y la autonomía anarquista por un lado, y la inclusividad e “ir entre el pueblo” por otro, ponían distintas demandas a los militantes anarquistas. Mientras cada uno de esos principios era individualmente compartido por otros anarquistas, su coexistencia le dio a la aproximación de Malatesta a la táctica su original carácter de flexibilidad y pragmatismo.
            Al mismo tiempo, Malatesta estaba conciente de las exageraciones que una interpretación rígida de uno u otro principio podían dar pie. Así, en “Questions revolutionnaires” remarca además: “Debemos evitar dos inconvenientes: por una parte, la indiferencia con la vida y las luchas cotidianas, que nos aleja del pueblo y nos vuelve más extraños e incomprensibles para ellos; y por otra parte, dejarnos absorber por tales luchas, dándoles una importancia mayor que la que tienen, y terminar por olvidar la revolución.” La importancia atribuida a las luchas parciales, que en otros militantes socialistas y anarquistas se acompañaba de una tendencia a posponer la revolución a un tiempo en que las condiciones estuviesen maduras, fue contrabalanceada en Malatesta con su voluntarismo, que consideraba la revolución como una ocurrencia que debía ser no solo esperada, sino también preparada y conscientemente pretendida.



[1] "Questions revolutiotnnaires," La Revolte (París) 4, no. 4 (4-10 de Octubre de 1890).
[2] Programma e Organizzazione, 50; "La propaganda a fatti," L 'Associazione (Nice) 1, no. 2 (16 de Octubre de1889).
[3] Ver nota 28.