4.3

La solidaridad como valor
La aparentemente obvia y no controversial referencia de Malatesta a la solidaridad como el "faro de la anarquía" tuvo en realidad crucial importancia. Dibujó una línea entre distintas ramas del anarquismo.
Esto se ilustra en un artículo específico dedicado al tema en L'Associazione en enero de 1890, bajo el título “La lotta per la vita: Egoismo e solidarieta” (La lucha por la vida: Egoísmo y solidaridad). El artículo retomaba una afirmación que Malatesta ya había abordado en el primer boceto de La Anarquía, en 1884, donde había delineado la historia como una lucha entre dos disposiciones humanas fundamentales, el egoísmo y la solidaridad, y los correspondientes principios de la competencia y la cooperación. En el artículo de 1890 se reitera esa narración, y los conceptos de egoísmo y solidaridad son discutidos aún más, polemizando con anarquistas sumergidos en un espíritu positivista e influenciados por el evolucionismo darwinista, quienes intentaban construir el anarquismo sobre la base de tendencias egoístas.
Malatesta señaló que la controversia en curso sobre el egoísmo y la solidaridad era en gran medida una cuestión de palabras. En el grado en que el sentimiento de simpatía hacia los demás era una necesidad moral individual, su satisfacción podría considerarse como una forma de egoísmo. Sin embargo, era una forma muy distinta de egoísmo y superior al mero instinto de autopreservación y la desconsideración por los demás que usualmente lleva el mismo nombre. Por lo tanto, era conveniente tener distintos nombre para ellos, siendo "altruismo" el nombre directamente disponible para la forma superior de egoísmo.
Aún asumiendo el interés propio como la sola motivación de las personas, argumentó Malatesta, el surgimiento y desarrollo de la solidaridad podría aún ser explicado de modo utilitario, siguiendo las líneas dibujadas en La Anarquía. Al asociarse entre ellos, los individuos y grupos animados por el altruismo toman la delantera en la lucha por la vida, siendo todavía iguales. En suma, el interés propio y el sentimiento moral apuntan a la misma dirección: “Si el socialismo y la revolución tienen su raison d'etre material en la imposibilidad del proletario de alcanzar individualmente su propia emancipación, tienen también su fuerza moral y atracción en la voluntad de los socialistas y revolucionarios por buscar solamente su emancipación individual en la emancipación colectiva.”[1]
La referencia de Malatesta a “la voluntad” apunta a las relevantes implicancias de su énfasis en la solidaridad, y que se entrelaza con su voluntarismo. Ambos se volvieron rasgos calificativos del anarquismo de Malatesta, en contraste con las tendencias deterministas que se hicieron populares entre los anarquistas, especialmente bajo la influencia de Kropotkin, para quien el anarquismo era "una idea-mundo basada en una explicación mecánica de todos los fenómenos," tanto naturales como sociales, y la idea anarquista era “no una Utopía, construida sobre el método a priori, luego que unas cuantas aspiraciones han sido tomadas como postulados,” sino que se derivaba “de un análisis de tendencias que están ya en funcionamiento.”[2] Al contrario de los anarquistas desafiados en el artículo de Malatesta, Kropotkin ponía énfasis en el apoyo mutuo como factor de la evolución. Sin embargo, el blanco de Malatesta no era ninguna teoría evolucionaria en específico, sino la tendencia cientificista como tal. Aunque Malatesta siempre se contuvo de atacar directamente a Kropotkin, explicó la profundidad de su divergencia y la influencia negativa que atribuía a las teorías de Kropotkin en un artículo publicado hacia finales de su vida, años tras la muerte de Kropotkin.
Para Malatesta,  la concepción mecánica del Universo de Kropotkin era más paralizante que el fatalismo marxista al que Kropotkin criticaba. Dado que todo lo que ocurre debe ocurrir, el anarquismo comunista debía necesariamente triunfar. En la opinión de Malatesta, esto alejó toda incertidumbre desde Kropotkin y escondió toda dificultad. Sin dudas la influencia de Kropotkin como propagandista se debió considerablemente a cómo mostró la evolución al anarquismo ser tan simple, fácil, e inevitable que su audiencia fue apoderada por el entusiasmo. Sin embargo, su fatalismo optimista era, de acuerdo a Malatesta, una forma de pensamiento ilusorio. Kropotkin concebía a la Naturaleza como una especie de Providencia gracias a la cual la armonía debe reinar en todo, incluidas las sociedades humanas. Esto condujo a muchos anarquistas a repetir la frase de sabor Kropotkiniano: “La anarquía es el orden natural.” Sin embargo, Malatesta contrapuso, “uno podría preguntar cómo es que si la ley de la Naturaleza es en realidad la armonía, ésta ha esperado a que los anarquistas comenzasen a existir, y sigue esperando a que éstos sean victoriosos, antes de destruir las terribles y homicidas desarmonías que en todos los tiempos han sufrido los hombres.” Entonces concluye: “¿no sería más cercano a la verdad decir que la Anarquía es la lucha dentro de las sociedades humanas contra las desarmonías de la Naturaleza?”[3]
El contraste con las teorías de Kropotkin pone de relieve la originalidad de la aproximación voluntarista a la solidaridad de Malatesta, la que además desafía a la afirmación, vuelta vigente por los investigadores posmodernos del anarquismo, de que el “anarquismo clásico” propone una naturaleza humana universal benigna. Precisamente porque Malatesta no propuso ninguna tendencia natural hacia la anarquía remite al anarquismo a una elección consciente entre el egoísmo y la solidaridad que confronta a todo individuo. La armonía natural, el matrimonio natural del bien de cada cual con el de todos, era invención de la pereza humana, la que en vez de luchar por un objetivo asumía su realización espontánea por ley natural. Cómo tales ideas, señaladas claramente tan temprano como en 1890, estaban aún en el corazón del pensamiento de Malatesta tres décadas más tarde se ilustra en el artículo “La base morale dell'anarchismo” de 1922. Malatesta abandona ahí toda explicación histórica o sociológica de cómo surgió el egoísmo y la solidaridad en la sociedad, pero confirmó su perspectiva sobre la sociedad como resultado de la interacción entre aquellas dos disposiciones fundamentales: “Cómo surgió el sentimiento expresado por los así llamados preceptos morales y que, a medida que se desarrolla, niega la moral existente y sustituye una moral más elevada, es tema de investigación que podría interesar a filósofos y sociólogos, pero eso no opaca el hecho de que existe, independientemente de las explicaciones que puedan ser propuestas.” Cual sea la explicación, el problema sigue intacto: “uno debe escoger entre el amor y el odio, entre la cooperación fraternal y la lucha fraticida, entre el “altruismo” y el “egoísmo”.”[4]
El voluntarismo de Malatesta y su perspectiva sobre la solidaridad como elección consciente no significaba que él considerase tal elección como libre de coacciones externas. Por el contrario, creía que era una elección que podría solamente ser hecha en condiciones favorables. Aunque la defensa y práctica de la solidaridad y la asociación estaban en últimas en los mejores intereses de las clases oprimidas y explotadas, aún el espíritu de solidaridad característico del socialismo era una fuerza moral que no podría equipararse con la mera defensa de los intereses materiales. A lo largo de su vida, Malatesta enfatizó con frecuencia la discrepancia entre la defensa diaria de los intereses materiales inmediatos y un espíritu más amplio de solidaridad entre los trabajadores. En Agosto de 1893, por ejemplo, ocurrió un trágico episodio en  Aigues-Mortes, en Provenza,  donde treinta trabajadores italianos fueron asesinados por trabajadores franceses enfurecidos por la competencia que el trabajo extranjero traía a la industria local de la sal. Un periódico anarquista francés aprobó como natural la agresión contra los "come-polenta," culpables del descenso de los salarios. En contraste, Malatesta y Merlino denominaron la agresión como un crimen. Mientras el periódico concedió que “hubiese sido 'más conveniente' que los trabajadores de las dos nacionalidades se aliaran contra los patrones,” Malatesta y Merlino replicaron que, por el contrario, “es quizás 'más conveniente' desquitarse con trabajadores extranjeros pobres que levantarse contra los patrones.” Sin embargo, esto era también más reaccionario y más perjudicial para la causa de los trabajadores.[5]
El contraste entre la solidaridad de clase y los intereses inmediatos en relación a los trabajadores extranjeros fue nuevamente tratado diez años más tarde en referencia a Gran Bretaña, donde el desempleo y la pobreza estaban descontrolados. Parte de la prensa oficial lanzó una campaña contra “la invasión extranjera,” y un sentimiento similar se esparció entre los trabajadores, quienes llamaron por “buenas leyes” contra la inmigración. Malatesta consideró este punto de vista como errado; aún así, lo entendía, remarcando que “los daños que cada individuo sufre o pudiese sufrir por la competencia inmigrante, en términos de falta de trabajo o salarios más bajos, son daños inmediatos, directos y directamente palpables, mientras que los daños generales que vienen de descartar la solidaridad entre los trabajadores de todos los lugares de origen, y posiblemente de la crisis artificial de los flujos de inmigración, son un fenómeno complejo, que no puede ser fácilmente entendido sin esfuerzo intelectual.” Para Malatesta, todos los trabajadores del mundo tenían los mismo intereses en la lucha de clases. Sin embargo, entendía que tales argumentos podían no hallar camino fácilmente en las mentes de los hambrientos. En tiempos de crisis, cuando la alternativa para  incluso el trabajo más explotador podía ser la inanición, “la ciencia económica pierde sus derechos, y no es sorpresa — ni objeto de culpa — que aquellos que están, o temen estar, desempleados pasen por alto lo que podría ocurrir mañana, y miren a cualquier nuevo competidor con desagrado, e incluso con odio.” Igualmente comprensible era el hecho de que los capitalistas alentaban la guerra fraticida. Lo inexcusable, sin embargo, era que los líderes socialistas alentaran tales prejuicios populares.[6]
En resumen, Malatesta sostenía perspectivas realistas sobre la formación de la consciencia de clase, la que no esperaba que surgiese necesariamente desde los intereses materiales. A pesar de la discotomía estándar entre “idealismo” y “realismo”, la defensa “idealista” de Malatesta de la solidaridad era precisamente dictada por el realismo. No creía que la anarquía fuera el orden natural o que el capitalismo cavaría su propia tumba. Las teorías anarquistas y marxistas que proponían tendencias históricas progresivas las  rechazaba por igual como formas perniciosas de pensamiento ilusorio. Tampoco creía Malatesta que la defensa de intereses generaría automáticamente una consciencia revolucionaria. El faro de la solidaridad era su sustituto para el optimismo o la resignación injustificados.
A la vez, reconoció realistamente que la práctica de la solidaridad, aunque en últimas justificable incluso desde un punto de vista utilitario, podía requerir sacrificios en lo inmediato y podrían no estar al alcance de quienes luchaban por sobrevivir.
            El realismo y el idealismo de Malatesta eran dos caras de la misma moneda.


[1] "La lotta per la vita: Egoismo e solidarieta," L 'Associazione (Londres) 1, no. 7 (23 de Enero de 1890).
[2] "Modern Science and Anarchism" y "Anarchism," en Kropotkin's Revolutionary Pamphlets (1927; reimpresión, Nueva York: Dover, 1970), 250, 285.
[3] Errico Malatesta, "Peter Kropotkin: Recollections and criticisms by one of his old friends," Freedom Bulletin (Stroud, Olos.), no. 12 (Julio de 1931): 4-7.
[4] "La base morale dell'anarchismo," Umanita Nova (Roma), no. 188 (16 de Septiembre de 1922); partcialmente traducido en Life and Ideas, 74-75.
[5] Pier Carlo Masini, Storia degli anarchici italiani nell 'epoca degli attentati (Milán: Rizzoli, 1981), 15- 17; "A propos d'Aigues-Mortes," La Revue Anarchiste (París) 1, no. 5 (30 de Septiembre de 1893).
[6] "La guerra contro i lavoranti stranieri," La Rivoluzione Sociale (Londres), no. 7 (27 de Enero de 1903).