El
anarquismo como método
La salida pluralista de Malatesta del debate sobre el colectivismo
y el comunismo trajo al primer plano a las consideraciones del método de la
teoría anarquista. El método había sido central para el anarquismo desde su
origen. Después de todo, la división en la Primera Internacional fue por el
método para alcanzar la emancipación, o entre el método anarquista de la
libertad y el método político marxista. En la versión de 1884 de “L'Anarchia,”
Malatesta señaló que el propósito de una sociedad basada en la solidaridad no
era suficiente para determinar el programa de un partido. Los ideales podían
ser lo suficientemente abstractos y distantes como para que todos concordaran
con ellos: “para ser capaz de actuar, para ser capaz de contribuir a la
realización de las ideas queridas por uno, debe uno escoger su propio camino.
En los partidos, como más generalmente en la vida, las cuestiones del método
son predominantes. Si la idea es el faro, el método es el timón.” Por ende,
continúa Malatesta, “somos anarquistas en nuestra meta... pero somos anarquistas
en nuestro método también.”[1]
Luego de retornar a Europa, Malatesta puso aún mayor énfasis en el método. En
1884 afirmó que una especificación del método era necesaria para determinar un
programa de partido. En 1889 señaló que era suficiente.[2]
Esta evolución se ilumina al
comparar la versión original de 1884 de “L'Anarchia” con la
versión final de 1891. Los cambios que realizó Malatesta al texto revelan los
cambios en sus perspectivas.
En la edición final
Malatesta ofrece una definición muy general de la anarquía, libre de
referencias a soluciones específicas para los problemas sociales, destacando en
vez que las soluciones no pueden ser provistas por adelantado. Al inicio, como
en la versión previa, la anarquía se definía de acuerdo a la etimología, como “la
condición de un pueblo que vive sin una autoridad constituida, sin gobierno.”
Páginas más adelante, Malatesta la describe como una “sociedad de amigos,” en
la que la agrupación espontánea de acuerdo a los requerimientos y simpatías, de
abajo-a-arriba desde lo simple a lo complejo, daría pie a una organización
social apuntada al mayor bienestar y libertad para todos, y sería modificada de
acuerdo a las circunstancias y a la experiencia.[3]
Significativamente, en la
edición de 1891, al contrario de la anterior, el comunismo no se menciona. En
vez, para un lector hipotético que preguntara cómo se organizaría la sociedad
anarquista, Malatesta responde que aquellos que esperasen respuestas detalladas
por adelantado, más allá de lo que podrían ser solo opiniones personales,
carecían de una comprensión real de lo que era la anarquía: “No somos más
profetas que nadie; y si afirmásemos ser capaces de dar una solución oficial a
todos los problemas que surgirán en el curso de la vida cotidiana de una
sociedad futura, entonces lo que queríamos decir con abolición del gobierno
sería curioso por decir lo menos. ... Es así también que al no tener el estado
o las prisiones con las cuales imponer nuestra biblia, la humanidad sería libre
de reírse de nosotros y de nuestras pretensiones con impunidad!” Los
anarquistas estaban por cierto preocupados de los problemas de la vida social,
para los que tenían soluciones. Sin embargo, éstas no eran ya más planes
definitivos a ser inscritos en el programa de partido, sino opiniones
posiblemente transitorias, cuya implementación dependía de lo que dictase la
experiencia y la discusión.[4]
En concordancia, un programa
preocupado de los mismísimos cimientos de la sociedad “no pueden hacer más que
sugerir un método.” Para Malatesta, era el método lo que diferenciaba a los
partidos y lo que determinaba su importancia histórica, no sus afirmaciones
abstractas acerca de perseguir el bienestar de la humanidad. Por lo tanto, “uno
debe considerar a la anarquía por sobre todo como un método.” Los métodos de
los partidos no-anarquistas podían ser reducidos a dos, “el autoritario y el,
así llamado, liberal.” El primero confiaba a unos pocos la administración de la
vida social y conducía a la explotación y a la opresión de las masas por parte
de los pocos. El segundo se basaba en la libre empresa individual y proclamaba
la reducción de las funciones gubernamentales a un mínimo absoluto. Los anarquistas
ofrecían un nuevo método: “la libre iniciativa de todos y el libre acuerdo
cuando, con la propiedad privada habiendo sido abolida por la acción
revolucionaria, todos han sido puestos en una situación de igualdad para
disponer de la riqueza social. Este método, al no permitir el acceso a la
reconstitución de la propiedad privada, debe conducir, mediante la libre
asociación, a la completa victoria del principio de solidaridad.”[5]
Mientras más problemas se
proponían para contrarrestar a las ideas anarquistas, añadió Malatesta, más se
convertían en argumentos a favor de aquellas ideas, puesto que el corazón del
anarquismo era precisamente el ser un método superior para resolver problemas
sociales. Este era el método de prueba y error, mediante el cual se podría
encontrar las soluciones que mejor satisfacieran los dictados de la ciencia así
como también las necesidades y deseos de todos. En resumen, la anarquía era la
única forma de sociedad que dejaba la vía abierta a alcanzar el mayor bien para
la humanidad, dado que solo ella destruía a toda clase dispuesta a mantener
oprimidas y en la pobreza a las masas.
Malatesta
concluye así su discusión del método anarquista, “la anarquía, en común con el
socialismo, tiene como base, como punto de partida, como ambiente esencial, la igualdad de condiciones; su faro es la solidaridad y la libertad es su método. No es la perfección, no es el ideal
absoluto que como el horizonte retrocede tan rápido como nos acercamos a él;
pero es la manera de abrirse a todo el progreso y a todas las mejorías para el
beneficio de todos.”[6]