Pluralismo anarquista
Las
reflexiones de Malatesta sobre el pluralismo anarquista se originaron en una
controversia entre los anarquistas que tuvo su raíces en la Primera Internacional.
¿Cómo debía organizarse una sociedad anarquista? ¿Debía ser comunista o
colectivista? ¿Cuál modelo realiza mejor los principios anarquistas? Las dos
teorías concordaban en la propiedad común de los medios de producción, pero
diferían en la distribución, que para el colectivismo sería de acuerdo al
trabajo realizado, mientras que para el comunismo sería de acuerdo a las
necesidades, lo que equivale decir, al libre consumo.
El
debate surgió temprano en el movimiento anarquista y Malatesta estaba entre los
responsables de él. El anarquismo había nacido colectivista en la Internacional
Federalista, bajo la influencia de Bakunin. Sin embargo, en 1876 la Federación
Italiana decidió renunciar al colectivismo en favor del comunismo.[1]
El debate así iniciado ocupó al movimiento anarquista por años, especialmente
en España. El inicio de la controversia ocurrió durante la estadía de Malatesta
en Sudamérica. La determinación de Malatesta por superar la controversia era ya
evidente en ese tiempo, cuando señaló que su comunismo era exactamente lo mismo
que el colectivismo de los anarquistas españoles, las diferencias eran más
formales que sustanciales.[2]
Tales afirmaciones atestiguan que las ideas de Malatesta en 1889 tenían raíz en
una larga reflexión. Cuando retornó a Europa, sus visiones sobre el tema
tomaron no solamente un giro pluralista, sino también un papel central en su
programa político.
Tales
visiones fueron delineadas en Appello, una
declaración de principios impresa en Niza en Septiembre de 1889, antes de que L'Associazione
comenzara su publicación, y rápidamente traducida en España tanto por la
comunista La Revolución Social como la colectivista EI Productor. Tras discutir los
inconvenientes de ambos, colectivismo y comunismo, Malatesta discutía que una
nueva consciencia moral se desarrollaría en la sociedad futura, tal que los
hombres encontrarían repugnante el trabajo asalariado, así como en el presente
encontraban repugnante la esclavitud. Por lo tanto, cuales fuesen sus detalles,
la organización de la sociedad futura estaría animada por un espíritu comunista:
“Estemos contentos,” concluía Malatesta, “con este comunismo fundamental y
moral, que, consideradas todas las cosas, es más valioso que el material y
formal.”[3]
La importancia de esta salida aparentemente fácil se discutirá brevemente.
Malatesta volvió al tema en
el primer número de L'Associazione. Luego de confirmar su creencia en el comunismo como la única solución
plena a la cuestión social, añadió que era no obstante necesario hacer una
distinción entre lo que necesitaba hacerse por medio de la revolución, es decir
inmediatamente y forzosamente, y lo que sería resultado de la futura evolución
de la nueva sociedad. Esto último debía dejarse a los libres deseos de todos, que
armonizarían espontánea y gradualmente.[4]
El argumento fue desarrollado
posterirmente en el artículo ‘I nostri propositi: I. L'Unione tra
comunisti e collettivisti,’ específicamente dedicado a la unión propuesta entre
comunistas y colectivistas. Se introdujo un énfasis novedoso en “el método
anarquista”. Malatesta expresó la idea clave de que la coexistencia de
colectivistas y comunistas en el mismo partido es una consecuencia lógica y
necesaria de la idea y el método anarquista: “Si la anarquía significa
evolución espontánea; si ser anarquista significa creer que nadie es infalible
y que solo por medio de la libertad puede la humanidad hallar la solución a sus
problemas y alcanzar la armonía y el bienestar general, entonces ¿con qué
derecho, con qué lógica podría uno elevar al rango de dogma e imponer las
soluciones que uno prefiere y defiende? ¿Y mediante qué medios, entonces?” Si los
anarquistas fuesen un partido autoritario, eso sería concebible. Siendo un
partido anarquista, el único medio para lograr que las soluciones propias triunfen
es la propaganda y el ejemplo. Los anarquistas podían sostener los más diversos
ideales sobre la reconstrucción de la sociedad. Sin embargo, lo que determina
el fin logrado sería siempre el método, pues uno no llega donde uno desea, sino
donde el camino tomado conduce. “Para crear un partido es necesario y
suficiente tener el mismo método. Y el método, es decir, la línea práctica de
conducta que los socialistas anarquistas revolucionarios pretenden seguir, es
común para todos, sean éstos comunistas o colectivistas.” [5]
En contraste con estereotipos
del anarquismo como doctrina estática e inalterable, este debate ofrece un
ejemplo de ideas en evolución, desde la defensa del comunismo por parte de los
anarquistas italianos en 1876, pasando por el debate en España, hasta la solución
pluralista de Malatesta. Es muy importante que, al mismo tiempo que hubo una
continuidad sustancial en la visión de Malatesta sobre el colectivismo y el
comunismo, que seguía en su preferencia por el comunismo, ocurrió también un
significativo cambio de perspectiva. Esto puede detectarse al comparar los
argumentos de Malatesta en 1889 con aquellos sobre el mismo asunto en su
panfleto de 1884 Programma e
Organizzazione dell'Associazione Internazionale dei Lavoratori, escrito en su período Internacionalista.[6]
En aquel Programma Malatesta predice que después de la revolución el colectivismo
sería experimentado en algunos lugares y el comunismo en otros; y que se
cometerían errores, y posiblemente actos de abuso e injusticia. Sin embargo, en
tanto no se estableciera ningún poder que frustrase el proceso de
experimentación social, el método de prueba y error daría paso eventualmente a
la mejor solución, es decir el comunismo. Malatesta reconocía que el comunismo
necesitaba un alto grado de desarrollo moral en las personas, y que el ímpetu
revolucionario podría ser insuficiente para generarlo de una sola vez. Por lo
tanto, el colectivismo sería aceptado en algunos lugares como solución
transitoria. Sin embargo, el colectivismo cargaba en sí el espíritu burgués
intrínseco en el principio de competencia. Era “impotente de llevar a cabo aquella
revolución, aquella profunda transformación moral de los hombres, donde nadie
hará ni deseará nada que pueda dañar a otros.” Por ende, para evitar que el
colectivismo generase un espíritu burgués, sería necesario que evolucionara
rápidamente hacia el comunismo en aquellos lugares donde fuese transitoriamente
aceptado. En suma, aunque el Programma
ya contenía elementos de pluralismo y experimentalismo, el colectivismo era rechazado
en última instancia como “incompatible con la anarquía,” y se recomendaba que
la Internacional “propugnase el comunismo en todas partes.” Ese rechazo se
basaba en los negativos efectos morales del colectivismo. Ulteriormente, en
1884 el foco de Malatesta estaba puesto
principalmente en la configuración de la sociedad como un todo y en sus efectos
sobre las disposiciones morales de los individuos.[7]
Con respecto a esa
estimación, ocurrió un cambio clave en 1889 con el argumento del
"comunismo moral." Con esta frase, Malatesta se refería al espíritu
de solidaridad, que es la actitud moral que eventualmente conduciría al
comunismo. En otras palabras, independiente del orden social contingente en el
que se manifestara ese espíritu, su presencia proveía ya de un cimiento moral
suficiente para el comunismo, incluso antes que el comunismo fuese realizado.
En el argumento de Malatesta de 1889, la presencia de aquel espíritu, o
"comunismo moral," era todo lo que realmente importaba para el
establecimiento de una sociedad anarquista. En su presencia, la controversia
entre colectivismo y comunismo se volvía secundaria y derivativa. Malatesta
siguió defendiendo el comunismo y juzgando al colectivismo como incompatible
con la anarquía. Pero los términos de la relación estaban ahora revertidos. Ya
no afirmaba que no podría haber anarquía donde había colectivismo, sino que no
podría haber colectivismo donde había anarquía, es decir, una sociedad guiada
por la solidaridad. Ya no clamaba que el colectivismo sería impotente en llevar
a cabo una transformación moral, sino que una transformación moral
imposibilitaría que el colectivismo trajese de vuelta el privilegio y el
trabajo asalariado.
En resumen, había ocurrido un giro metodológico en la apreciación de Malatesta sobre la transformación social. Su foco ya no estaba en las configuraciones sociales como causas y las disposiciones individuales como efectos; sino, las disposiciones individuales, como el “comunismo moral,” eran ahora las causas y las configuraciones sociales, los efectos.
En resumen, había ocurrido un giro metodológico en la apreciación de Malatesta sobre la transformación social. Su foco ya no estaba en las configuraciones sociales como causas y las disposiciones individuales como efectos; sino, las disposiciones individuales, como el “comunismo moral,” eran ahora las causas y las configuraciones sociales, los efectos.
[1]
Max Nettlau, A Short History of Anarchism (London: Freedom Press, 1996; originalmente publicado
como La Anarquia a través de los tiempos [Barcelona: Guilda de Amigos
del Libro y Editorial Maucci, 1935]), 138-9.
[3]
"Manifiesto anarquista," La
Revolución Social (Barcelona) 1, no. 2 (29 de Septiembre de 1889);
"Manifiesto anarquista," EI Productor (Barcelona), no. 164 (2 de
Octubre de 1889).
[5]
"I nostri propositi: I. L'Unione tra comunisti e collettivisti," L 'Associazione (Londres) 1, no. 4 (30 de Noviembre
de 1889).