4.1

Pluralismo anarquista
Las reflexiones de Malatesta sobre el pluralismo anarquista se originaron en una controversia entre los anarquistas que tuvo su raíces en la Primera Internacional. ¿Cómo debía organizarse una sociedad anarquista? ¿Debía ser comunista o colectivista? ¿Cuál modelo realiza mejor los principios anarquistas? Las dos teorías concordaban en la propiedad común de los medios de producción, pero diferían en la distribución, que para el colectivismo sería de acuerdo al trabajo realizado, mientras que para el comunismo sería de acuerdo a las necesidades, lo que equivale decir, al libre consumo.
El debate surgió temprano en el movimiento anarquista y Malatesta estaba entre los responsables de él. El anarquismo había nacido colectivista en la Internacional Federalista, bajo la influencia de Bakunin. Sin embargo, en 1876 la Federación Italiana decidió renunciar al colectivismo en favor del comunismo.[1] El debate así iniciado ocupó al movimiento anarquista por años, especialmente en España. El inicio de la controversia ocurrió durante la estadía de Malatesta en Sudamérica. La determinación de Malatesta por superar la controversia era ya evidente en ese tiempo, cuando señaló que su comunismo era exactamente lo mismo que el colectivismo de los anarquistas españoles, las diferencias eran más formales que sustanciales.[2] Tales afirmaciones atestiguan que las ideas de Malatesta en 1889 tenían raíz en una larga reflexión. Cuando retornó a Europa, sus visiones sobre el tema tomaron no solamente un giro pluralista, sino también un papel central en su programa político.
Tales visiones fueron delineadas en Appello, una declaración de principios impresa en Niza en Septiembre de 1889, antes de que L'Associazione comenzara su publicación, y rápidamente traducida en España tanto por la comunista La Revolución Social como la colectivista EI Productor. Tras discutir los inconvenientes de ambos, colectivismo y comunismo, Malatesta discutía que una nueva consciencia moral se desarrollaría en la sociedad futura, tal que los hombres encontrarían repugnante el trabajo asalariado, así como en el presente encontraban repugnante la esclavitud. Por lo tanto, cuales fuesen sus detalles, la organización de la sociedad futura estaría animada por un espíritu comunista: “Estemos contentos,” concluía Malatesta, “con este comunismo fundamental y moral, que, consideradas todas las cosas, es más valioso que el material y formal.”[3] La importancia de esta salida aparentemente fácil se discutirá brevemente.
Malatesta volvió al tema en el primer número de L'Associazione. Luego de confirmar su creencia en el comunismo como la única solución plena a la cuestión social, añadió que era no obstante necesario hacer una distinción entre lo que necesitaba hacerse por medio de la revolución, es decir inmediatamente y forzosamente, y lo que sería resultado de la futura evolución de la nueva sociedad. Esto último debía dejarse a los libres deseos de todos, que armonizarían espontánea y gradualmente.[4]
El argumento fue desarrollado posterirmente en el artículo ‘I nostri propositi: I. L'Unione tra comunisti e collettivisti,’ específicamente dedicado a la unión propuesta entre comunistas y colectivistas. Se introdujo un énfasis novedoso en “el método anarquista”. Malatesta expresó la idea clave de que la coexistencia de colectivistas y comunistas en el mismo partido es una consecuencia lógica y necesaria de la idea y el método anarquista: “Si la anarquía significa evolución espontánea; si ser anarquista significa creer que nadie es infalible y que solo por medio de la libertad puede la humanidad hallar la solución a sus problemas y alcanzar la armonía y el bienestar general, entonces ¿con qué derecho, con qué lógica podría uno elevar al rango de dogma e imponer las soluciones que uno prefiere y defiende? ¿Y mediante qué medios, entonces?” Si los anarquistas fuesen un partido autoritario, eso sería concebible. Siendo un partido anarquista, el único medio para lograr que las soluciones propias triunfen es la propaganda y el ejemplo. Los anarquistas podían sostener los más diversos ideales sobre la reconstrucción de la sociedad. Sin embargo, lo que determina el fin logrado sería siempre el método, pues uno no llega donde uno desea, sino donde el camino tomado conduce. “Para crear un partido es necesario y suficiente tener el mismo método. Y el método, es decir, la línea práctica de conducta que los socialistas anarquistas revolucionarios pretenden seguir, es común para todos, sean éstos comunistas o colectivistas.” [5]
En contraste con estereotipos del anarquismo como doctrina estática e inalterable, este debate ofrece un ejemplo de ideas en evolución, desde la defensa del comunismo por parte de los anarquistas italianos en 1876, pasando por el debate en España, hasta la solución pluralista de Malatesta. Es muy importante que, al mismo tiempo que hubo una continuidad sustancial en la visión de Malatesta sobre el colectivismo y el comunismo, que seguía en su preferencia por el comunismo, ocurrió también un significativo cambio de perspectiva. Esto puede detectarse al comparar los argumentos de Malatesta en 1889 con aquellos sobre el mismo asunto en su panfleto de 1884 Programma e Organizzazione dell'Associazione Internazionale dei Lavoratori, escrito en su período Internacionalista.[6]
En aquel Programma Malatesta predice que después de la revolución el colectivismo sería experimentado en algunos lugares y el comunismo en otros; y que se cometerían errores, y posiblemente actos de abuso e injusticia. Sin embargo, en tanto no se estableciera ningún poder que frustrase el proceso de experimentación social, el método de prueba y error daría paso eventualmente a la mejor solución, es decir el comunismo. Malatesta reconocía que el comunismo necesitaba un alto grado de desarrollo moral en las personas, y que el ímpetu revolucionario podría ser insuficiente para generarlo de una sola vez. Por lo tanto, el colectivismo sería aceptado en algunos lugares como solución transitoria. Sin embargo, el colectivismo cargaba en sí el espíritu burgués intrínseco en el principio de competencia. Era “impotente de llevar a cabo aquella revolución, aquella profunda transformación moral de los hombres, donde nadie hará ni deseará nada que pueda dañar a otros.” Por ende, para evitar que el colectivismo generase un espíritu burgués, sería necesario que evolucionara rápidamente hacia el comunismo en aquellos lugares donde fuese transitoriamente aceptado. En suma, aunque el Programma ya contenía elementos de pluralismo y experimentalismo, el colectivismo era rechazado en última instancia como “incompatible con la anarquía,” y se recomendaba que la Internacional “propugnase el comunismo en todas partes.” Ese rechazo se basaba en los negativos efectos morales del colectivismo. Ulteriormente, en 1884 el foco de Malatesta estaba  puesto principalmente en la configuración de la sociedad como un todo y en sus efectos sobre las disposiciones morales de los individuos.[7]
Con respecto a esa estimación, ocurrió un cambio clave en 1889 con el argumento del "comunismo moral." Con esta frase, Malatesta se refería al espíritu de solidaridad, que es la actitud moral que eventualmente conduciría al comunismo. En otras palabras, independiente del orden social contingente en el que se manifestara ese espíritu, su presencia proveía ya de un cimiento moral suficiente para el comunismo, incluso antes que el comunismo fuese realizado. En el argumento de Malatesta de 1889, la presencia de aquel espíritu, o "comunismo moral," era todo lo que realmente importaba para el establecimiento de una sociedad anarquista. En su presencia, la controversia entre colectivismo y comunismo se volvía secundaria y derivativa. Malatesta siguió defendiendo el comunismo y juzgando al colectivismo como incompatible con la anarquía. Pero los términos de la relación estaban ahora revertidos. Ya no afirmaba que no podría haber anarquía donde había colectivismo, sino que no podría haber colectivismo donde había anarquía, es decir, una sociedad guiada por la solidaridad. Ya no clamaba que el colectivismo sería impotente en llevar a cabo una transformación moral, sino que una transformación moral imposibilitaría que el colectivismo trajese de vuelta el privilegio y el trabajo asalariado.
En resumen, había ocurrido un giro metodológico en la apreciación de Malatesta sobre la transformación social. Su foco ya no estaba en las configuraciones sociales como causas y las disposiciones individuales como efectos; sino, las disposiciones individuales, como el “comunismo moral,” eran ahora las causas y las configuraciones sociales, los efectos.



[1] Max Nettlau, A Short History of Anarchism (London: Freedom Press, 1996; originalmente publicado como La Anarquia a través de los tiempos [Barcelona: Guilda de Amigos del Libro y Editorial Maucci, 1935]), 138-9.
[2] "Revista Internacional," La Bandera Roja (Madrid) 2, no. 18 (1 de Enero de1889): 3.
[3] "Manifiesto anarquista," La Revolución Social (Barcelona) 1, no. 2 (29 de Septiembre de 1889); "Manifiesto anarquista," EI Productor (Barcelona), no. 164 (2 de Octubre de 1889).
[4] "Programma," L 'Associazione (Nice) 1, no. 1 (6 de Septiembre [recte Octubre] de 1889).
[5] "I nostri propositi: I. L'Unione tra comunisti e collettivisti," L 'Associazione (Londres) 1, no. 4 (30 de Noviembre de 1889).
[6] Ver capítulo 2, nota 2.
[7] Programma e Organizzazione, 32-33, 57.