2.2

Dos ramas del socialismo con propósitos cruzados
En resumen, la actividad de Malatesta desde 1871 a 1884 estuvo centrada en el proyecto de la Internacional. Incluso después del congreso de Londres de 1881, para el momento en que la Internacional federalista había prácticamente dejado de existir, el ideal de la Internacional siguió vivo en la mente de Malatesta, y en 1884 intentó revivir la organización por medio del panfleto Programma e Organizzazione dell'Associazione Internazionale dei Lavoratori, que reimprimió el acta constitutiva de la Internacional, seguida de una extensa discusión de los objetivos y tácticas de ésta.[1] Por tanto, la formación de Malatesta y las influencias políticas por las que pasó su anarquismo en los primeros trece años de su militancia son mejor vistos en el contexto de los ideales y los debates que animaron la Internacional. Además, el análisis de Malatesta del fin de la Internacional provee de evidencia respecto a las lecciones que aprendió de aquella larga experiencia y que incitó su evolución posterior.
La fundación del anarquismo como movimiento en vez de como corriente intelectual se resume en dos documentos: el Preámbulo para las Reglas Provisionales de la Asociación Internacional de Trabajadores, y la tercera resolución del Congreso de Saint-Imier, sobre “la naturaleza de la acción política del proletariado,” que ilustra respectivamente la creencia socialista de los anarquistas compartida dentro de la Internacional, y su propia interpretación de ella. El clamor clave del Preámbulo era “que la emancipación de las clases trabajadoras, debe ser conquistada por las clases trabajadoras mismas; que la lucha por la emancipación de las clases trabajadoras significa, no una lucha por privilegios y monopolios de clase, sino por iguales derechos y deberes, y la abolición de toda dominación de clase.”
El Preámbulo termina declarando que los miembros de la Internacional reconocían “la verdad, la justicia, y la moral, como bases de la conducta de los unos para con los otros, y para con toda la humanidad, sin consideración de color, credo, o nacionalidad”; y que sus fundadores consideraban “el deber de una persona por clamar los derechos de una persona y un ciudadano, no solo para sí misma sino para toda persona que emprenda este deber. No hay derechos sin deberes, no hay deberes sin derechos”[2] La versión final del Preámbulo y Reglas Provisionales fue obra de Marx, quien se sintió no obstante “obligado a insertar dos frases acerca del ‘deber’ y el ‘derecho’ e ídem respecto a la ‘verdad, moral y justicia’ en el preámbulo a las reglas” como concesión a los miembros que seguían al republicano italiano Giuseppe Mazzini.[3]
Irónicamente, de todas las ideas que comprendían los estatutos de la Internacional, las frases Mazzinianas recelosamente insertas por Marx fueron las que resonaron más poderosamente en los órganos italianos de la Internacional. Entre 1872 y 1883, “No hay derechos sin deberes, no hay deberes sin derechos” era el motto más popular en aquella impresión, con cinco de veintiocho periódicos insertaron en sus cabeceras, mientras dos llevaron la frase “Verdad, Justicia, y Moral.”[4] Entre ellas estaba La Campana, el órgano de la Federacione Operaia Napoletana, que Malatesta ayudó a fundar. La declaración de principio de la federación, firmada por Malatesta como secretario, comprendía siete artículos, cuatro de los cuales estaban expresados en términos de derechos y deberes.[5] El republicanismo Mazziniano es por cierto un término fundamental al discutir el comienzo de la Internacional en Italia: las dos corrientes estaban ligadas por una doble relación de afinidad espiritual y contraste teórico. En 1922, en el aniversario cincuenta de la muerte de Mazzini, Malatesta escribió: “en el fondo de nuestro corazón... éramos Mazzinianos como Mazzini fue internacionalista... El espíritu animador era el mismo: amor entre las personas, hermandad entre los pueblos, justicia y solidaridad social, espíritu de auto-sacrificio, sentido del deber.”[6]
A la vez, en Italia la Internacional surgió de la incomodidad e insatisfacción moral e intelectual de la juventud italiana idealista para con el republicanismo Mazziniano. El reconocimiento de la “cuestión social” era el quiebre teórico crucial con las tradiciones revolucionarias del pasado italiano: “El mayor descubrimiento del siglo presente,” escribió Malatesta en 1884, “fue hecho por la Internacional cuando proclamó que la cuestión social es fundamental en la sociología...”[7] Al enfocarse en la cuestión social, los internacionalistas transfirieron la noción de libertad desde una base formal a una material: para ellos, el asunto de la libertad estaba finalmente ligado a la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Esta perspectiva fue concisamente enfatizada por la consigna que Malatesta incluyó en 1883 en la cabecera de su La Questione Sociale: “¿Por qué habláis de libertad? Quien sea pobre, es un esclavo.” Esta y otras consignas similares eventualmente sustituyeron a las Mazzinianas, que desaparecieron del todo de la prensa en la siguiente década. Aún así, el republicanismo ha de ser reconocido como una fuente cultural duradera del anarquismo italiano. Luce Fabbri, hija de Luigi Fabbri, quien vino del republicanismo como Malatesta, afirma que incluso la generación de su padre, que era la siguiente a la de Malatesta, muchos anarquistas “traían mucho más de la herencia liberal del Risorgimento italiano que de la clasista de Marx a su obra ‘subversiva’...”[8]
El segundo documento seminal que ilustra la fundación del anarquismo es la tercera resolución del Congreso de Saint-Imier, sobre “la naturaleza de la acción política del proletariado,” que declaraba que “la destrucción de todo tipo de poder político es la primera tarea del proletariado, ” que “la organización del poder político... puede ser nada más que decepción,” y los proletarios de todas las tierras “deben establecer, independientemente de la política burguesa, la solidaridad de la acción revolucionaria.”[9] Los tres principios fueron ampliamente considerados por los anarquistas como la fundación de su movimiento. En un artículo publicado en el aniversario cincuenta del Congreso de Saint-Imier, Malatesta citó la tercera resolución y comentó: “El anarquismo nació. Desde el pensamiento individual de unas pocas personas aisladas se volvió el principio colectivo de grupos distribuidos por todo el mundo.”[10]
Los principios expresados en la tercera resolución del Congreso de Saint-Imier no debe ser visto en contraste con el Preámbulo de la Internacional, sino como su complemento. Éstos representaban la respuesta bakuninista a la Resolución IX, sobre el mismo asunto de la acción política del proletariado, que la Internacional había pasado ante la iniciativa de Marx en la Conferencia de Londres del 17-23 de Septiembre de 1871. La resolución de Marx afirmaba que “el proletariado puede solamente actuar como clase organizando sus fuerzas en un partido político independiente,” y que la conquista del poder político es “el deber primero del proletariado.” Con esta resolución, que dio a la Internacional una dirección política claramente inaceptable para el lado anti-autoritario, las premisas para la separación estaban echadas.[11]
Al comparar las dos resoluciones uno puede apreciar la profundidad del contraste entre marxistas y anarquistas: en la búsqueda de la misma finalidad, para los marxistas “la conquista del poder político... se vuelve el deber primero del proletariado,” mientras para los anarquistas “la destrucción de todo tipo de poder político es la primera tarea del proletariado.” El contraste entre los dos movimientos no podría ser afirmado con más dramatismo.
El hecho de que las dos resoluciones antagonistas interpretaran los mismos principios, y apuntaran a satisfacer el mismo objetivo, condujo a los comentaristas a presentar la separación entre marxistas y anarquistas como una controversia sobre táctica. Los siguientes cincuenta años dejarían en claro que la separación reflejaba una profunda división, pues el marxismo y el anarquismo se bifurcaban en direcciones radicalmente distintas del mismo tronco del movimiento de los trabajadores y del socialismo revolucionario. Los respectivos principios teóricos que emergieron a la larga como más fundamentales y persistentes resultaron ser precisamente en ese área de aparente discordia táctica inicial, el del poder político, mientras la finalidad común inicial, el socialismo revolucionario, progresivamente se volvió un caso especial en cada rama, y a veces en un objetivo desechable, como lo ilustran respectivamente el reformismo socialista y el individualismo anarquista.
La diferencia de actitud sobre el poder político estuvo además en la raíz de la divergencia entre marxistas y anarquistas respecto a cómo había de ser organizada la Internacional. Como remarca Paul Thomas, “los protagonistas en la disputa Marx-Bakunin concordaban básicamente en una cosa y una sola cosa: que la disputa misma importaba, ya que su resultado afectaría a la dirección de la sociedad futura.”[12] Esta explicación aparente conduce a una pregunta más fundamental. La Internacional fue fundada como una unión libre de asociaciones de trabajadores de distintos países, para darle una base más estable a la lucha económica contra el capitalismo.[13] Dada su aproximación inicialmente amplia, inclusiva y pragmática, orientada a la lucha económica, ¿porqué la Internacional se convierte en el escenario de un antagonismo teórico total entre concepciones alternativas de la revolución proletaria? Dado por hecho que para ambos oponentes el resultado de su disputa afectaría a la dirección de la sociedad futura, ¿por qué esa disputa ocurre dentro de la Internacional, cuyos objetivos iniciales eran tan extraños a los términos en que se desarrolló tal disputa?
La razón puede ser comprensible para los marxistas, quienes pusieron énfasis en el enlace entre las luchas económica y política, y proyectaron una organización disciplinada y centralizada de la clase trabajadora. Marx debe haber estimado que la Internacional, independiente de sus fines iniciales, era un terreno favorable para poner sus ideas en práctica. Dos meses después de la fundación de la Internacional, señaló en una correspondencia: “Aunque he estado negándome sistemáticamente a participar de cualquier manera en todas las ‘organizaciones’, etc., por años ya, acepté esta vez porque concierne a un asunto mediante el cual es posible tener una influencia significativa.”[14]
La respuesta puede ser menos obvia para los anarquistas, sin embargo. Sobre este tema es útil considerar el punto de vista de Malatesta, que fue testigo directo y actor de los eventos en las filas anarquistas.
En contraste con el centralismo marxista, los anarquistas abogaban por la libre federación de grupos autónomos, y argumentaban que la emancipación de la clase trabajadora habría de ocurrir de abajo a arriba. Sin embargo, Malatesta afirmó treinta años más tarde, a pesar de la naturaleza libertaria de su proyecto, y sin ser conscientes, en su actitud pragmática los anarquistas compartieron un rasgo autoritario con los marxistas: tendieron a atribuir sus propias ideas a las masas de los asociados, confundiendo un asentimiento más o menos consciente con una conversión completa. Por lo tanto, podría uno ver la Internacional tornarse mutualista, colectivista, comunista, revolucionaria, anarquista, por rápidos cambios que se expresaban en las resoluciones de los congresos y en la prensa, pero no se podría representar una evolución real y simultánea de la membresía. Tanto marxistas como anarquistas intentaron usar la Internacional con propósitos ideológicos. La diferencia era que los anarquistas, confiando principalmente en la propaganda para ganar conversos a su causa, favorecían la descentralización, la autonomía de los grupos, y la libre iniciativa tanto individual como colectiva, mientras los marxistas, en su autoritarismo, intentaron imponer sus ideas por medio de mayorías más o menos ficticias, la centralización, y la disciplina. Pero cada cual hizo en últimas lo mismo: todos intentaron forzar los eventos en vez de confiar en la fuerza de los eventos. Como no había distinción entre organizaciones por la lucha económica y por la lucha política e ideológica, la Internacional era una organización amplia que asumió ambas funciones. En consecuencia, argumentaba Malatesta, los individuos más avanzados eran forzados o bien a adaptarse al retraso de la masa, o a seguir progresando, como lo hicieron, con la ilusión de que la masa les seguiría y les comprendería. Los elementos más avanzados investigaron, discutieron, develaron las necesidades del pueblo, convirtieron las vagas ideas de las masas en programas concretos, sostuvieron el socialismo, sostuvieron la anarquía, previeron el futuro y se prepararon para él — pero al hacerlo mataron la asociación. Para Malatesta lo que mató a la Internacional no fue la persecución, ni las controversias personales, ni el modo en que estaba organizada: fue que tanto marxistas como anarquistas intentaron imponer su programa a la Internacional, y en esta lucha por la hegemonía no permitieron una maduración más lenta de la Internacional que hubiese creado más adecuadamente las condiciones correctas para el cambio, al elevar las mentes y construir el momentum necesario.[15]




[1] Programma e Organizzazione dell'Associazione Internazionale dei Lavoratori (Florence: Tipografia Toni, 1884).
[2] G. M. Stekloff, History of the First International, trad. Eden y Cedar Paul (1928; reimpresión, Nueva York: Atheneum House, Russell and Russell, 1968), 49-50, 446-7.
[3] The General Council ofthe First International 1864-1866: The London Conference 1865. Minutes, vol. 1 de Documents of the First International (Moscú: Foreign Languages Publishing House, 1963), 35-44; Hostetter, 70-72; Marx a Engels, Londres, 4 de Noviembre de 1864, en Karl Marx, Frederick Engels: Collected Works, vol. 42 (Nueva York: International Publishers), 17-18.
[4] Leonardo Bettini, Bibliograjia dell'anarchismo, 2 vols. (Florencia: Crescita Politica, 1972-76), l: 32.
[5] Max Nettlau, Bakunin e I'lnternazionale in ltalia dal 1864 a11872 (Génova: Edizione del Risveglio, 1928), 278-281.
[6] "Giuseppe Mazzini," Umanita Nova (Rome), no. 60 (11 de Marzo de 1922).
[7] [Errico Malatesta], "Questione economica," La Questione Sociale (Florence) I, no. 13 (29 de Junio de 1884).
[8] Luce Fabbri, Luigi Fabbri, storia d'un Llomo libero (Pisa: Biblioteca Franco Serantini, 1996), 19.
[9] Stekloff, History of the First International, 259-260.
[10] "La Prima lnternazionale: A proposito del Cinquantenario del Congresso di Saint-Imier," Umanita Nova, no. 187 (9 de Septiembre de 1922).
[11] Stekloff, History ofthe First International, 235-6; Marx, Engels, y Lenin, Anarchism and Anarcho- Syndicalism (Nueva York: International Publishers, 1972), 53-54, 83.
[12] Paul Thomas, Karl Marx and the Anarchists (Londres, Boston y Henley: Routledge and Kegan Paul, 1980), 342.
[13] Stekloff, History o/the First International, 44,50
[14] Marx a Joseph Weydemeyer, Londres, 29 de noviembre de 1864, Collected Works, vol. 42, p. 44.
[15] Un vecchio Internazionalista [Errico Malatesta], "La nuova Internazionale dei Lavoratori," La Rivoluzione Sociale (London), no. 4 (15 de noviembre de 1902); Errico Malatesta, "Dove mena il movimento operajo: Ricapitolando," Volonta (Ancona) 2, no. 9 (28 de febrero de 1914).